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18 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
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El esperado retorno de la Orquesta Sinfónica

Bajo la dirección del Mtro. Gonzalo Hidalgo, director titular del cuerpo artístico, la OSS inauguró la temporada 2024 en el Teatro Provincial con la participación de Szymon Czerniak en piano.
Lunes, 04 de marzo de 2024 12:34

por Flavio Gerezmiembro de la Asociación de Críticos Musicales de Argentina

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por Flavio Gerezmiembro de la Asociación de Críticos Musicales de Argentina

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No existe un diagnóstico definitivo de qué fue lo que produjo la sordera del gran Ludwig van Beethoven (1770–1827). Sí se sabe que para cuando estrenó su quinto concierto para piano y orquesta en Mi bemol mayor Op. 73 estaba casi completamente sordo, lo que le impidió ser el solista de piano. Escuchando la obra nos damos cuenta por qué. Este concierto fue compuesto para la siguiente generación de virtuosos, encarnada en ese momento por su alumno estrella, Carl Czerny, quien lo estrenó en febrero de 1812. Rompe con todas las convenciones de los conciertos para solista y orquesta de la época -ya había asomado este tratamiento en su cuarto concierto para piano Op. 58, el más difícil de la colección- y marca un hito en la composición musical. Muchos autores sostienen que este es un concierto sinfónico. Yo no estoy de acuerdo con esto.

Si bien, según mi perspectiva, la música de Beethoven se comprende mejor cuando se han escuchado sus obras sinfónicas, este concierto logra conciliar la apoteosis de una gran sinfonía, desafiando al solista con pasajes de endemoniado virtuosismo, con el intimismo de una obra de cámara, a través de un tratamiento de exquisita belleza del piano y su interacción con los instrumentos solistas de la orquesta.

El esperado retorno del maestro Gonzalo Hidalgo frente a la Orquesta Sinfónica de Salta no dejó indiferente al público de Salta que colmó el Teatro Provincial el viernes pasado. El concierto, a cargo del solista polaco–estadounidense Szymon Czerniak, ofreció momentos de gran brillantez y calidad sonora, pero no puedo dejar de expresar algunas reservas sobre su interpretación.

Es innegable que este concierto de Beethoven desafía al intérprete con sus pasajes virtuosos y su compleja interacción entre el piano y la orquesta. En este sentido, la ejecución de Czerniak mostró algunos desafíos, con momentos en los que el control del tempo parecía deslizarse y los matices sonaban exagerados. No obstante, es importante destacar la respuesta eficiente del maestro Hidalgo y la orquesta, quienes mantuvieron la integridad musical del concierto a pesar de las dificultades encontradas. Específicamente, la forma en que manejaron las lagunas de memoria del solista demuestra su profesionalismo y compromiso con la excelencia. Es comprensible que el público, quizás menos familiarizado con los detalles técnicos de la interpretación, haya mostrado su entusiasmo con una gran ovación al final del concierto. Czerniak, en respuesta a este gesto de aprecio, ofreció como bis una versión del vals Op. 64 n° 2 de Chopin, aunque personalmente encontré que la interpretación careció de la profundidad y el equilibrio esperados de este vals del que existen un sinfín de registros.

Al igual que su cuarta sinfonía, la Quinta Sinfonía en mi menor Op. 64 de Pyotr Ilych Tchaikovsky (1840–1893), es una sinfonía cíclica con un tema principal recurrente, pero a diferencia de su predecesora, el tema principal, conocido como el tema del destino, se repite en cada uno de los cuatro movimientos que posee, una característica que ya había propuesto el compositor en su Sinfonía "Manfred" compuesta tres años antes.

Existe un refrán anglosajón que dice: "El diablo está en los detalles". Esta frase tan contundente destaca que son las pequeñas cosas, a primera vista anecdóticas, las que hacen que cualquier actividad humana, la música incluida, funcione correctamente. En el caso de la sinfonía que escuchamos la noche del viernes, compuesta en la plenitud creativa de Tchaikovsky, ese refrán aplica a la perfección: cambios de tempo, indicadores de estrechamiento y alargamiento del tempo, acompañados de reguladores de la intensidad del sonido, acentos, figuraciones desafiantes para los instrumentos y todo ello acompañado de melodías inolvidables y un tema recurrente que contribuyen a convertirla en una de las partituras más exigentes del repertorio y en una verdadero quebradero de cabeza para los directores que quieren conseguir versiones que no se olviden fácilmente después de que termina su audición.

La versión que el maestro Hidalgo nos brindó tuvo momentos de gran belleza interpretativa, en parte por la sobresaliente musicalidad de los solistas Raúl Traver en clarinete y Elenko Tabakov en corno, y también dejó ver pasajes pasibles de mejora en el dialogo de las cuerdas y las maderas a partir del compás 282 del primer movimiento y en los cambios de tempo, también en el primer movimiento, que no fueron observados con el rigor que yo hubiera esperado (compases 409 y 426). Estos cambios de tempo, presentes a lo largo de toda la obra es la principal objeción que tengo de esta versión de la quinta de Tchaikovsky. El spiccato para los violines indicado a partir del compás 73 del tercer movimiento y que luego se reproduce en el resto de cuerdas (excepto contrabajos) no tuvo la homogeneidad deseada.

Estos detalles, aunque aparentemente nimios, contribuyen al discurso musical. Hubo más detalles, especialmente relacionados al tempo y los acentos, que no voy a enumerar a fin de no resultar cansino y porque soy consciente de que estamos frente a una gran orquesta, con potencial para convertirse en la mejor del país, capaz de abordar cualquier repertorio con muy poco tiempo de ensayo, como en este caso, y conseguir un abrumador éxito como el que cosechó la noche del viernes, aun con las observaciones señaladas, arropada por un público, no siempre tan fiel, que la adora y que, al igual que yo, estaba tremendamente emocionado de volver a escucharla después de un largo, quizás demasiado largo verano.

 

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