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Una jaula salió en busca de un pájaro

Viernes, 08 de marzo de 2024 01:27

Cada vez que, desolado y desesperanzado, me topo con nuestra cotidianeidad, busco consuelo en algún texto de Kafka; ese checo antiguo y hermoso que bien podría ser el mejor escritor costumbrista argentino contemporáneo. Enseguida encuentro una explicación: "El camino verdadero pasa por una cuerda que no está tendida en lo alto, sino muy cerca del suelo. Parece hecha más para tropezar que para andar por ella".

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Cada vez que, desolado y desesperanzado, me topo con nuestra cotidianeidad, busco consuelo en algún texto de Kafka; ese checo antiguo y hermoso que bien podría ser el mejor escritor costumbrista argentino contemporáneo. Enseguida encuentro una explicación: "El camino verdadero pasa por una cuerda que no está tendida en lo alto, sino muy cerca del suelo. Parece hecha más para tropezar que para andar por ella".

Esta es la estrategia de Milei: hacernos tropezar con las cuerdas que él tiende en cada camino por el que sea posible transitar. "Todos los errores humanos son fruto de la impaciencia, de la interrupción prematura de lo metódico, de un enquistamiento aparente de la cosa aparente"; afirma el checo. Un enquistamiento en lo aparente que nos distrae y nos aparta de la esencia de las cosas; que nos obliga a focalizarnos en las tramposas apariencias de lo aparente. Lo sustancial se hace insustancial y lo insustancial se vuelve sustancia.

"Nunca desaproveches una buena crisis", es su mantra. El presidente parece no tener voluntad de acuerdo cuando llama a un "Gran Acuerdo". Tampoco parece tener voluntad de pacto ni aun cuando convoca al "Pacto de Mayo". Sólo busca enquistarnos en lo aparente mientras nos enfrasca en un nuevo intento fundacional condicionado a la no derogación del mega DNU -que trastabilla en la justicia y en las Cámaras-, y al reflote de la Ley Ómnibus. Mientras, clama por el desmantelamiento del "Estado criminal" que él lidera como jefe de Estado y nos encolumna tras las leyes "anti-Casta".

El deseo correcto y legítimo de destronar para siempre al kirchnerismo no puede convalidar el camino equivocado del cambio de un populismo por otro; de una monarquía por otra. En la búsqueda del "enemigo poderoso" que todo populismo cultiva, ataca -por fin- al kirchnerismo; pero lo hace con una tibieza y con métodos tan similares a los usados por ellos que despierta suspicacias. Declara la guerra a los sindicatos y a los "cuatro jinetes del fracaso"; entre otros. Sin embargo, a Milei le sirven y necesita de cada uno de ellos tanto como le son funcionales con cada una de las barbaridades que dicen y hacen, todos ellos, a diario. A Milei le sirve el paro de transporte; el del personal sanitario; los paros docentes; el aeronáutico. Tanto le sirven que no hace nada por impedirlos, aun cuando el perjudicado sea el pueblo argentino, ese al que declama defender "hasta con la vida si fuera necesario".

Le sirve que existan los Belliboni, Grabois, Máximo, D'Elía; Moyano y Baradel de este golpeado país; le sirve que los veamos haciendo y diciendo sus cuotas de barrabasadas diarias. Cuanto más descabellados los planteos, más lo reivindican y lo sostienen. Asimismo, nos distraen sobre lo rústico y descabellado que es el propio Milei; y nos acorralan en la obligación de seguirlo, obedientes y mansos. "Si el 56% me votó, seis de cada diez desean esto"; asegura -falaz- el presidente. "Nunca me detengo, al contrario, acelero", afirma con picardía y orgullo. No parece sabio pararse en las vías del tren cuando este viene a toda máquina quemando combustible a más no poder. Ante un tren frenético, lanzado a tope y sin frenos, es "acojonante" no correrse.

Así, seguirá tendiendo más cuerdas al ras del suelo haciéndonos tropezar en ellas. Escalará cada conflicto y cada situación hasta llevarla hasta su punto de quiebre; superándolo y quebrándolo si le sirve. Seguirá rompiendo todo con la convicción de que toda destrucción es un paso adelante. Destruirá el "Estado criminal", buscando instalar el "Nuevo Estado" con nuevas Tablas de la Ley, por él restauradas. Todo aquel que se oponga será "casta", "coimero", "prebendario", "obstruccionista", "enamorado del comunismo o de su captor". Quien resigne al escalamiento será alguien "que pide la escupidera". El que no participe, "un tibio asqueroso". Una grieta en la que no habrá manera de ganar nunca nada, porque no hay -ni habrá- intelectualidad, racionalidad, argumentos ni diálogo.

O se es parte activa del cambio o se es cancelado por casta; en el medio nada. Un juego de suma cero con reglas violentas que nos arrastren a todos. Al final del camino, vamos a terminar queriendo devorar al caníbal. Nos habrá moldeado a su imagen y semejanza. Nos habrá vuelto leales súbditos. El uso inflacionario de la palabra libertad la devalúa. La vuelve vacía y sospechosa. Me pregunto qué es la libertad para Milei. ¿Será el concepto de libertad que cada uno tenga, o sólo la que él imagina y permite?

Cuidado que "una jaula salió en busca de un pájaro", advierte Kafka, asustado y a los gritos. La vimos y, con aplausos, con saltitos bochornosos y cloqueos de alegría nos encaminamos hacia ella; de la mano. Quizás sea tarde cuando nos demos cuenta de que lo que quiere mostrarse como una luz al final del túnel, es un tren viniendo de frente, sin frenos, quemando combustible a tope, manejada por un maquinista frenético y desmesurado que no tiene la menor idea de a dónde nos llevan las vías liberales libertarias que va tendiendo mientras avanza, acelerando, llevándose puesto lo que encuentre a su paso.

 

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