¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

16°
19 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
PUBLICIDAD

¿Una autopista de problemas irreversibles?

Jueves, 14 de marzo de 2024 02:01

El ministro de economía Luis Caputo se muestra orgulloso de estar liderando un ajuste "por encima de lo que pide el FMI". Las acciones argentinas suben, el "dólar blue" baja, el riesgo país baja: el "mercado" bendice el rumbo. Del otro lado, el FMI se muestra temeroso tanto de la sostenibilidad del ajuste como de la gobernabilidad y del caos social en el que este podría desembocar.

Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

El ministro de economía Luis Caputo se muestra orgulloso de estar liderando un ajuste "por encima de lo que pide el FMI". Las acciones argentinas suben, el "dólar blue" baja, el riesgo país baja: el "mercado" bendice el rumbo. Del otro lado, el FMI se muestra temeroso tanto de la sostenibilidad del ajuste como de la gobernabilidad y del caos social en el que este podría desembocar.

Sorprende la inversión de roles. Quizás el FMI haya aprendido la lección que dejó Grecia y no quiera ser culpado por un estallido similar. No debería preocuparse; tanto el ministro como el propio presidente dejaron en claro que ambos impulsan el ajuste con plena convicción. Llegado el caso, deberán asumir la responsabilidad de las consecuencias. Tanto si el ajuste prospera y la situación se corrige -y, por supuesto, merecerán todas las hurras, vítores y aplausos-; como si fracasa y deban cargar con el peso de la culpa y pagar por ella. "Si así no lo hicieras, Que Dios y la Patria os lo demanden" juraron.

En la novela "Fiasco" del genial escritor polaco Stanislaw Lem, en una determinada situación se da un diálogo entre el capitán de la nave y el capellán. En un párrafo, el padre Arago -una vela en el desierto-, le dice al capitán. "Si usted estuviera en un bote salvavidas repleto, y hay personas ahogándose, para las cuales no hay lugar, pero se aferran a las bordas, por lo cual el bote podría darse vuelta y hundirse, usted les cortaría las manos, ¿Verdad?". "Me temo que sí. Si no hubiera otra alternativa"; contesta el capitán, y agrega: "Entiendo la parábola del bote. No voy a esperar a que se hunda. Voy a tratar de salvar a esa civilización con todas mis fuerzas". "Aún a costa de un genocidio"; pregunta el padre Arago, obteniendo un lacónico "Si" como respuesta. "¿Usted está dispuesto a salvar la vida arrebatando la vida?", insiste Arago. "En eso radica el sentido de su parábola, padre. Voy a elegir el mal menor"; afirma el capitán. "En mi escatología no existe el mal menor ", contesta el padre Arago. "Con cada ser asesinado muere todo el mundo. Por eso la aritmética no le da medidas a la ética. Un mal irreversible es inconmensurable". Esta es la maravilla y la genialidad de Lem; convertir largos soliloquios en disquisiciones filosóficas de gran profundidad; tanto como simples diálogos en dilemas morales trascendentes.

En mi visión, Milei personifica al capitán de la nave que elige cortar las manos de aquellos que se aferran a la balsa, en su intento por salvar la nave y a los pocos o muchos que se encuentran en ella. Elige, lo que para él es el mal menor. Asume que, cortando esas manos y desprendiéndose del lastre, sacando el agua del bote y recuperando las condiciones de flotabilidad primero y las de navegabilidad después, habrá algún puerto venturoso en el cual recalar, por fin. ¿Existirá ese puerto? ¿Mide, acaso, el costo?

"Sigan aguantando que, en tres, dos, un año, somos otro país", dice Caputo, ilusionado. La gente que la está pasando mal, ¿puede "aguantar" uno, dos o tres años más? ¿Cuánto valen sus pérdidas y sueños truncados hoy, para que, otros, eventualmente, lleguen "al nuevo país" que ellos imaginan? ¿Qué aritmética da una medida a esa pérdida? ¿Se puede dejar de lado a una parte tan grande de la población; aun cuando muchos no la consideren parte de la sociedad?

El padre Arago encarna la visión de John Donne, poeta inglés autor de las hermosas "Oraciones para Ocasiones Extraordinarias". En su meditación XVII, dice: "Ahora mismo, esa campana que tañe suave por otro me interpela y me dice: tú también debes morir". "Nadie es una isla, completo en sí mismo; cada hombre es un pedazo del continente, una parte de la masa. (…) La muerte de cualquier hombre me disminuye porque estoy ligado a la humanidad; y, por consiguiente, nunca hagas preguntar por quién doblan las campanas: doblan por ti". Cada hombre es una parte de la masa. Si el mar se lleva un terrón se lleva una parte de mí. De nosotros.

Sé que es fácil criticar y cuestionar desde afuera. Sé que no hay recursos y que el descalabro heredado es algo inenarrable. Sé que las cosas que se hicieron en gobiernos anteriores fueron absurdas, perversas, idiotas o todo eso a la vez. Tampoco dejo de ver el lado político y arbitrario de muchas de las protestas de hoy, cuando el silencio cómplice de esos mismos actores fue la norma antes. Sé que el gradualismo se comió a otro gobierno. Sé que agotamos recetas y métodos. Sólo me pregunto si el exceso de velocidad, de profundidad y de alcance no podría causar un daño aún mayor a todo lo anterior.

No tengo respuestas; sólo un mar de preguntas. Y la certeza de que se deben adoptar caminos humanitarios, éticos y morales para resolver una situación a la que llegamos, precisamente, por la amoralidad de casi todos los dirigentes de todo ámbito, de todo tipo, en todo el país; tanto como por la falta de empatía y de humanidad de gran parte de la sociedad.

"Un mal irreversible es inconmensurable"; dice el padre Arago. Me pregunto si no estamos entrando en una gran autopista de problemas irreversibles sin pensar ni medir consecuencias; a toda velocidad.

PUBLICIDAD