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El país, atrapado en una guerra de videojuegos

Jueves, 29 de febrero de 2024 15:15

El conflicto entre Javier Milei y la otra figura central del actual gobierno, el ministro Luis Caputo, con el gobernador de Chubut, Ignacio Torres, demuestra claramente que el gobierno prefiere la pelea al entendimiento, porque es muy difícil verlo al joven mandatario como "enemigo del presidente". Simplemente, parece estar cumpliendo la sentencia del otro Caputo, el enigmático Santiago. En el Congreso, este gestor oficioso amenazó a las provincias con dejarlas "sin un peso" si la ley ómnibus no salía aprobada. ¿Quién es este asesor? ¿El alter ego o el Rasputín de Milei?

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El conflicto entre Javier Milei y la otra figura central del actual gobierno, el ministro Luis Caputo, con el gobernador de Chubut, Ignacio Torres, demuestra claramente que el gobierno prefiere la pelea al entendimiento, porque es muy difícil verlo al joven mandatario como "enemigo del presidente". Simplemente, parece estar cumpliendo la sentencia del otro Caputo, el enigmático Santiago. En el Congreso, este gestor oficioso amenazó a las provincias con dejarlas "sin un peso" si la ley ómnibus no salía aprobada. ¿Quién es este asesor? ¿El alter ego o el Rasputín de Milei?

Por lo pronto, la confrontación con Torres generó la solidaridad de los otros gobernadores. En este caso, las provincias no amenazan con el caos; simplemente reclaman lo que el presidente debería hacer desde un principio: olvidar la campaña a través de redes digitales y comenzar a gobernar en democracia.

En este mundo, todo termina: la popularidad en las redes y la paciencia de la gente, también. Alguien debería explicárselo al presidente.

A la inflación, la pobreza y la falta total de expectativas de futuro, como si no fueran suficiente castigo para el ciudadano común, se agrega la virulencia brutal de la política, que se entabla en términos de amigo -enemigo desde hace años, pero ahora se agrava con un presidente de la Nación que parece ejercer su autoridad como si estuviera enfrascado en el vértigo de un videojuego.

Es lógico que, de repente, en una sociedad hastiada y sin objetivos, la sociedad de Gran Hermano, los nuevos "próceres" (y sus dilemas) sean los que pelean, se insultan, se confiesan, se aman en una pantalla donde lo "obsceno" se pone en escena.

¿Cómo se explica, si no, que un político mediático como Diego Brancatelli, panelista y operador del kirchnerismo, ahora intercambie en las redes sociales acusaciones de baja estofa sobre supuestas infidelidades, surgidas del chismorreo, con Yanina Latorre? ¿Cómo se explican los mensajes incalificables emanados desde el entorno de Milei con burlas a la discapacidad y los abusos de menores?

Desde ese contexto se explica que un panelista televisivo, de lenguaje soez y una agresividad no fingida haya llegado a la presidencia de la República. Tal vez por eso, Javier Milei optó por una gestión inspirada en el "juego de la gallina", en el que dos automovilistas aceleran de frente y pierde el primero que se desvía. En este juego volverá a perder el país.

Sólo así se explica la idea central de pretender hacer una revolución libertaria express en un país anquilosado de estatismo y de hiperpresidencialismo. La utopía libertaria, como el anarquismo, es inaplicable. La mano invisible del mercado no es una fantasía, porque existe y es la que acomoda la actividad económica de según acuerdo a la voluntad de los que lo manejan. Al "mercado" como entidad abstracta, o como sistema de negocios, le son ajenos la alfabetización o el hambre de los pueblos. Por eso existe el Estado. Y el Estado, en las economías capitalistas, es el que se ocupa de los problemas de los sectores más desguarnecidos, y de la seguridad jurídica, política y hasta física de la sociedad, incluidos los grandes empresarios.

Los excesos cometidos desde el Estado por políticos populistas y desde el mercado por los especuladores financieros no justifica un anarquismo irresponsable que terminará en una elite acomodada y una mayor exclusión de los excluidos.

El enfrentamiento del Gobierno nacional con los gobernadores muestra la voluntad de imponerles un ajuste sin considerar los alcances de esa medida. Y de obligarlos a sumarse a una revolución imaginaria que no es la suya. Por otra parte, en el recorte de recursos sin compensaciones, lo mismo que en la voluntad de eliminar arbitrariamente los fideicomisos a los que considera "nichos de corrupción", Milei está mostrando desconocimiento de las raíces profundas del clientelismo político, de los déficits provinciales y de los desequilibrios en el desarrollo industrial de las provincias. No mide el daño que puede producir cada arbitrariedad y, en consecuencia, carece de instrumentos eficientes para desenredar semejante maraña.

El drenaje de dinero que se produce a través de las fisuras del Estado requiere, en primer lugar, conocer en detalle donde están esas fallas. En la Nación, las provincias y los municipios, en general, las auditorías no son independientes del poder.

El primer paso para normalizar el país es introducir racionalidad. Mientras Milei siga pensando que consensuar equivale a negociado, todo va a seguir yendo para atrás.  

Lo que se debe hacer lo dicta el sentido común: es necesario avanzar en cuatro reformas: tributaria, laboral, previsional, y en la coparticipación. Y eso llevará tiempo y esfuerzo en los acuerdos. Nada es fácil, lo que importa es que sea justo. Y que se haga pensando en la producción nacional, el empleo y la calidad de vida de la sociedad.

El déficit hospitalario, el deterioro educativo, la exclusión del 10% de los argentinos y el crecimiento vegetativo del crimen organizado no se arreglan con motosierra sino con acuerdos estratégicos

La confrontación grotesca con los gobernadores es un experimento más del "juego de la gallina" o del mundo del videojuego como estilo de gobierno. De seguir en la misma línea, nada va a salir bien.

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