¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

15°
19 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
PUBLICIDAD

¿Nido de ratas?

Martes, 27 de febrero de 2024 20:38

En una magnífica nota de Roberto Gargarella para La Nación ("El extremismo de los representantes no expresa la sensatez de la sociedad"), el autor habla de una "tragedia política nacional": "Hablo de una tragedia política nacional, porque en un momento de crisis radical como el que vivimos (crisis económica, con tensión social, inseguridad, niveles de desigualdad crecientes, situaciones todas que demandan enormes esfuerzos de comprensión y ayuda mutuas) tenemos a la principal dirigencia caminando exactamente hacia el lado contrario al que necesitamos". Pocas veces he leído un diagnóstico más exacto: toda una dirigencia caminando exactamente hacia el lado contrario al que necesita la sociedad.

Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

En una magnífica nota de Roberto Gargarella para La Nación ("El extremismo de los representantes no expresa la sensatez de la sociedad"), el autor habla de una "tragedia política nacional": "Hablo de una tragedia política nacional, porque en un momento de crisis radical como el que vivimos (crisis económica, con tensión social, inseguridad, niveles de desigualdad crecientes, situaciones todas que demandan enormes esfuerzos de comprensión y ayuda mutuas) tenemos a la principal dirigencia caminando exactamente hacia el lado contrario al que necesitamos". Pocas veces he leído un diagnóstico más exacto: toda una dirigencia caminando exactamente hacia el lado contrario al que necesita la sociedad.

Me pregunto cuándo la sociedad se cansará de todas estas confrontaciones innecesarias que no cambian ni resuelven la situación de nadie. ¿Qué sentido tienen, acaso, las brutalidades y obscenidades proferidas en contra de artistas, periodistas, políticos y gobernadores? La violencia no puede ser el camino; la violencia institucional menos. Cuando todo el peso del Estado se opone a la soledad de un individuo, la asimetría convierte a esa violencia - injustificable - en algo, además, amoral. A pesar de todo lo que odie al Estado el jefe de Estado, nunca debería olvidarse que, en cada palabra, él habla por la Nación. No queda justificado a actuar así por aducir una supuesta batalla cultural, la cual no puede avalar jamás esta violencia ni amoralidad.

"Desde el poder no se busca y posibilita la conversación política, sino que se la sabotea; no se ayuda a la conciliación, sino al enfrentamiento; no se trata de sanar las heridas sociales, sino que se las atiza con fuego"; agrega Gargarella. "El Congreso es un nido de ratas" dice el señor presidente; atizando esas heridas con fuego; nido de ratas al cual él perteneció cuando era diputado y al cual deberá dirigirse en la apertura de sesiones ordinarias. "El llamado al desorden político, sin temor al caos, es la impronta de la hora; la ilusión de imponer el nuevo orden mileísta"; dice Claudio Jacquelin; también desde La Nación. ¿Será?

Quizás Milei se sentiría más cómodo en El Salvador, donde Nayib Bukele anunció su reelección proclamando, eufórico: "es la primera vez que en un país existe un partido único en un sistema plenamente democrático". Quizás eso busque el señor presidente. Un partido único, el liberal libertario del cual él es su única deidad y en el cual todo aquel que se aparte una coma de su manera de interpretar a este liberalismo dogmatizado, es un "traidor". Un país donde "el nido de ratas" esté cerrado. Nunca deja de sorprenderme el fantástico oxímoron que encarna Milei: el de ser el primer liberal libertario talibán del mundo.

"Ninguno de nosotros se merece esto: ni ahora, ni antes, ni nunca. No es este el trato que nos debemos. Por humanidad; por respeto al otro; por la legitimidad de las decisiones que se toman; por el hecho básico e irremovible de que vivimos en sociedades marcadas por el desacuerdo. Insisto: cualesquiera sean las broncas o las necesidades políticas del momento, nadie se merece vivir rodeado de insultos y de maltrato. Y no porque seamos 'almas sensibles' o 'bellas', sino porque compartimos la igual dignidad moral de ser humanos"; dice Gargarella. Suscribo cada palabra.

Quizás el presidente deba comenzar a pensar que, en algún momento, el 56% de apoyo popular obtenido en las urnas en ese balotaje del cual tanto se ufana; podría comenzar a caer y que el nivel de aprobación a su gestión de gobierno podría revertirse. Según la encuesta publicada por la Consultora Zuban Córdoba y Asociados titulada "La política en shock", un 51,7% "desaprueba totalmente" y un 3% "desaprueba algo" su gestión de gobierno. Lo veo excesiva, pero, de seguir así, podría comenzar a hacerse realidad.

En línea "con la crisis económica con tensión social" de la que habla Gargarella, en el último informe elaborado por el Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA, se muestra que la pobreza urbana proyectada a enero de 2024 es del 57,4%. Seis de cada diez argentinos viven por debajo del nivel de pobreza; una realidad catastrófica. Como el único anclaje que tiene este plan de ajuste es todavía una mayor pérdida de poder adquisitivo, la proyección empeorará haciendo más acuciante la situación.

Según la encuesta de Zuban Córdoba, en este momento, el 50,8% de la población considera que Milei y Caputo son los responsables por la mala situación económica del país; mientras que sólo el 47% la atribuyen a la aberración económica perpetrada por Sergio Massa y Alberto Fernández. De ser cierta, en sólo dos meses el gobierno podría haber pasado de ser el heredero de una situación calamitosa, a ser su responsable. Increíble por donde se lo aborde.

Quizás el señor presidente necesite hacer carne la hermosa y corta máxima de Juan Bautista Alberdi -al que tanto cita-: "Regla infalible de política: la voluntad que no está educada para la paz no es capaz de libertad, ni de gobierno". Una idea que desarrolla en "El Crimen de la Guerra", en el capítulo "El Soldado de la Paz".

Está claro que Milei no es un Soldado de la Paz y, como no está educado para la paz, en cada exabrupto, en cada insulto y en cada pelea desmesurada y agrietante, genera dudas sobre si de veras está preparado para gobernar tanto como para ejercer -y dejarnos ejercer- la libertad que de forma tan exaltada declama.

PUBLICIDAD