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¿Y si piensan un poco más en las provincias?

Domingo, 11 de febrero de 2024 01:59

El naufragio (autoinfligido) de la ley ómnibus en el Congreso pone en evidencia que Javier Milei es la cabeza visible de un Gobierno nacional dispuesto a pagar cualquier costo para avanzar hacia sus objetivos centrales. Así lo sinceró ayer el Presidente, quien tácitamente reconoció que ese container de artículos que envió al Congreso tenía como propósito que se lo aprobaran a libro cerrado o, de lo contrario, poder acusar a los gobernadores y a los diputados con agravios que rompen con cualquier código, al menos, de buena educación.

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El naufragio (autoinfligido) de la ley ómnibus en el Congreso pone en evidencia que Javier Milei es la cabeza visible de un Gobierno nacional dispuesto a pagar cualquier costo para avanzar hacia sus objetivos centrales. Así lo sinceró ayer el Presidente, quien tácitamente reconoció que ese container de artículos que envió al Congreso tenía como propósito que se lo aprobaran a libro cerrado o, de lo contrario, poder acusar a los gobernadores y a los diputados con agravios que rompen con cualquier código, al menos, de buena educación.

Es decir, Javier Milei volvió al rol en que más cómodo se siente: el de un histrión que se hace conocer como panelista de la TV frívola, donde se puede hablar sin rendir cuentas y sin, siquiera, un nivel razonable de conocimientos técnicos. Por eso, desde el martes por la tarde, sus intervenciones en las redes y las de sus trolls (vocacionales o rentados) se enfilaron a tratar de reflotar la idea de "la casta contra la gente respetable". Es decir, volvió a la campaña.

Curiosamente, el asesor y jefe de campaña Santiago Caputo, que tuvo a su cargo las negociaciones que precedieron al naufragio, ya había advertido a los diputados: "No tengo problema en bajar la ley; si la tocan, la retiro y ustedes quedan expuestos. Después, bánquensela". Un personaje sin cargo, fueros ni votos propios. El estilo, claramente, no es el de un negociador.

Y su tío, y ministro de Economía, Luis Caputo, más escuetamente señaló apenas caída la ley "que el programa no cambia para nada". Días antes, él mismo había retirado sorpresivamente todo el articulado referido a la reforma fiscal.

El choque de planetas se produjo en el recinto cuando se votaron la delegación de facultades extraordinarias y todo terminó cuando los diputados rechazaron la eliminación de los fondos fiduciarios.

Las reglas de ruego con las que se maneja el gobierno de Javier Milei están a la vista: la prioridad absoluta de la gestión es asegurar el superávit financiero, reponer las reservas del Banco Central, pagar religiosamente las deudas y sellar el compromiso de un superávit de dos puntos para este año. Y cada cual cumple su función tras ese objetivo.

Milei y Caputo delegaron la negociación con legisladores en sus alfiles parlamentarios, jamás pusieron el cuerpo para defender el proyecto y dejaron mal parado al ministro del Interior, Guillermo Francos, cuya credibilidad como interlocutor quedó bastante debilitada.

El gran logro, hasta el momento, fue el superávit financiero de enero, 0,2%, logrado a costa de un ajuste sobre los jubilados y pensionados (perdieron 32% de enero a enero), sobre los planes asistenciales (excepto la AUH) y los giros a las provincias, incluido en Fondo docente, además de haber paralizado por completo la obra pública en las provincias. Inflación, recesión y desinversión pueden ser instrumentos de emergencia que aporten prosperidad en el largo plazo. En el corto plazo podrían acelerar vertiginosamente el desgaste de la credibilidad de Milei.

Las tres reformas

A pesar de las metas que señalan los libertarios, las tres reformas fundamentales y mucho más difíciles que las financieras ni aparecen en agenda en serio.

El sistema previsional atraviesa una crisis en todo el mundo: cada vez hay menos gente que aporta en relación con los jubilados. Es el resultado de la buena salud y la mayor longevidad, pero también, en la Argentina, es consecuencia de que los empleos no registrados, sin aportes, superan a los registrados. A esto se suma la sinuosa trayectoria del sistema en las últimas tres décadas, desde la creación de las AFJP, su eliminación diez años después, y la incorporación de personas que nunca habían aportado; muy simpático y quizá justo, pero sin previsión de presupuesto. Todo, obra de Néstor Kirchner. El resultado fue que, también entonces, el congelamiento de jubilaciones y pensiones con una inflación creciente permitió (como ahora) disfrazar de equilibrio lo que es una absoluta injusticia.

La reforma del sistema de contratos de trabajo también debe ser encarada a fondo, con instrumentos idóneos, no imaginados en la trastienda del poder económico como el famoso DNU que, lógicamente, no está habilitado para este tema. El Gobierno deberá negociar con los dirigentes gremiales, aunque no le caigan simpáticos, pero no podrá hacerlo a través de novicios sin experiencia.

Y directamente vinculada con la reactivación productiva y la inversión tecnológica, la reforma tributaria. En dos meses el gobierno de Milei aumentó impuestos y retaceó coparticipación federal a las provincias.

Una clave, invertir el sentido del reparto: que las provincias recauden y sean ellas las que coparticipen. Otra clave, impuestos progresivos que no erosionen la producción ni el consumo.

Las provincias y el gasto

El desencuentro (que deberá ser resuelto con urgencia) entre Milei y los gobernadores es otro síntoma de desconocimiento del detalle de los problemas del interior.

La cultura clientelar de la política argentina precede a la misma Constitución.

En un país tan extenso donde los grandes capitales que manejan fuertes dosis de poder pudieron imponer el trazado de rutas y caminos, les resultó más ventajoso a los inversores en transporte privilegiar el automotor por sobre el ferroviario. Para las empresas y gremios es más conveniente enviar cien camiones con 28 toneladas de carga entre los centros productivos y los de consumo que cien vagones con 50 toneladas cada uno, que se movilizan con tres o cuatro locomotoras y con un costo (y huella de carbono) infinitamente inferior. Salta a la vista: para la producción del interior el transporte es un factor de quebranto.

La distancia y el aislamiento van generando migraciones internas hacia las periferias urbanas y se dificulta en toda el área rural del Norte Grande la industrialización, la actividad rural y, en consecuencia, la generación de empleo privado.

De ese modo, el Estado se convierte en el principal empleador, pero con cargos de emergencia en los municipios y no con funciones técnicas y productivas propias del desarrollo.

Esto no lo resolvió nadie, porque no es tema que afecte al Área Metropolitana y porque para los presidentes es preferible no pelear con las empresas.

Con enojarse, nadie gana. Ni Milei ni los gobernadores. El superávit fiscal y comercial es una necesidad de todo el país, pero no existen "la mano mágica del mercado" ni "fuerzas del Cielo" que vayan a encaminar a la Argentina hacia el desarrollo humano si los que hoy tienen poder de decisión no se enceguecen con los números y los mercados, y empiezan a medir la dimensión humana de la política y de la economía.

 

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