¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

19 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
PUBLICIDAD

Y la nave va

Lunes, 11 de diciembre de 2023 00:00

En 1983, año de recuperación de nuestra democracia, Federico Fellini nos regalaba lo que algunos críticos consideran su testamento cinematográfico: "E la nave va", una "fellinesca" crónica del viaje en una barca, metáfora del itinerario por el océano de la vida y del fin de una época, "la Belle Époque".

Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

En 1983, año de recuperación de nuestra democracia, Federico Fellini nos regalaba lo que algunos críticos consideran su testamento cinematográfico: "E la nave va", una "fellinesca" crónica del viaje en una barca, metáfora del itinerario por el océano de la vida y del fin de una época, "la Belle Époque".

Un par de meses después, en la Argentina, Raúl Alfonsín nos llamaba a todos a constituir la unión nacional desde los balcones del Cabildo. El presidente que había imaginado locamente, contra viento y marea, salir de la etapa más oscura de la historia nacional y devolvernos la confianza en que éramos capaces de "consolidar el poder democrático y crear las bases para un período de estabilidad, justicia y desarrollo."

Alfonsín, con la frescura de la libertad reconquistada y con la esperanza de todos -virtud teologal que vamos agotando- lanzaba a navegar la democracia argentina en un barco un tanto inestable pero que se bancó el asedio de derivas e irresponsabilidades.

Recordemos los alzamientos militares de los carapintadas y los más sutiles golpes de mercado, el fiasco del salariazo y la revolución productiva menemista que no fue, atentados terroristas, las AFJP como expresión de un individualismo acentuado, la constante horadación del sistema desde la corrupción y rapiña del Estado puesta en sordina por amplios sectores autodenominados progresistas, el asesinato del fiscal Alberto Nisman.

En cada uno de esos embates, temimos el naufragio, el fin de la república, del sistema democrático, un trágico "fin del mundo" nacional, tal como lo conocemos.

Sin embargo, a cuarenta años de la transición democrática, siempre encontramos una salida institucional protectiva del sistema, que mal o bien, nos trajo hasta aquí, poniendo la banda a un presidente libertario que ruge contra la misma política que lo condujo hasta ahí.

El nuevo presidente asume teniendo que afrontar desafíos enormes. Tenemos inquietantes déficits de nuestra democracia: la dolorosa deuda social que es la desigualdad. Más del 40% de los argentinos viven en condiciones de pobreza. (¿Existe mayor cercenamiento de derechos que este?). Hace cuarenta años, Alfonsín enunciaba en su discurso de asunción a la presidencia: "el dolor del desamparo de millones de hombres y mujeres, el dolor del hambre, de la falta de techo, de salud y de educación".

Pues bien, las políticas mal llamadas progresistas incrementaron exponencialmente las cifras de la pobreza del 14% en 1985 a casi el 45% que deja el último gobierno kirchnerista.

No logramos un modelo de desarrollo productivo sostenido que nos permita el crecimiento económico, los esquemas de distribución de riqueza siguen siendo regresivos, grandes grupos viven situaciones de violencia y discriminación que obstaculizan una vida plena, la gestión pública nada transparente deteriora la calidad de nuestro sistema, funcionarios para los que el Estado es una cantera de negocios personales, el uso de recursos públicos para fines electorales y más, mucho más.

Contra todos los esfuerzos de los argentinos, y en particular de la clase dirigente, "la nave va". La nave persiste con los personajes a bordo, más fellinescos que nunca, resistiendo el asedio de nuestros desencuentros y de las traiciones a nuestro pacto fundamental de convivencia.

Transcurridos cuarenta años del momento más luminoso de nuestra historia, los personajes a bordo de la nave tenemos que ser capaces de lograr el encuentro en la diferencia, de construir una convivencia robusta que acepta la diversidad de opiniones -ese "marchar juntos" de Alfonsín- y que, por fin, podamos poner en funcionamiento una economía y una sociedad de verdad inclusiva.

No retroceder en lo que pudimos avanzar es imprescindible para conseguir lo que nos resta.

Y así, honrando el legado de nuestra transición democrática, estabilizar la nave y, reescribiendo a Fellini, llevarla a buen puerto.

 

PUBLICIDAD