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18 de Mayo,  Jujuy, Argentina
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El retraso madurativo no lo derriba, lo insta a trabajar

Diego Vázquez se desempeña como ayudante de carpintero en Caimancito. Feliz contó su historia de vida.
Miércoles, 13 de septiembre de 2023 00:28

Entre aserrín, listones y tablones de madera se lo puede encontrar a Diego Vázquez, un jujeño que se gana la vida trabajando como ayudante de carpintero en Caimancito.

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Entre aserrín, listones y tablones de madera se lo puede encontrar a Diego Vázquez, un jujeño que se gana la vida trabajando como ayudante de carpintero en Caimancito.

Es resiliente y querido en su pueblo, donde trabaja para salir adelante. El respeto hacia los demás es otra de las virtudes que más lo destacan en comunidad.

Su vida es admirable porque a pesar de tener retraso madurativo, entiende todo muy bien y no deja de sonreír ni de celebrar que está vivo. "Cuando era chiquito a eso de los nueve años, estaba con mis abuelos aquí, en Caimancito. Era todo muy lindo, me buscaban los chicos para jugar al fútbol. A esa edad aprendí a ayudar a trabajar en la caña de azúcar. Después mi papá-abuelo Julián Tejerina me dijo que podía aprender en un taller de carpintería a ser ayudante de carpintero. Yo lo cuidaba a mi abuelo", expresó "Dieguito" Vázquez, como le dicen sus amigos de siempre.

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No obstante, al ir creciendo, su destino lo llevaría hacia el sur y junto a su madre Yolanda del Carmen Tejerina, viajó; en tanto, se enteraba, a sus diez años, que lo buscaba su padre biológico de apellido Navarrete. "Pero mi verdadero papá era mi abuelo Julián Tejerina, él me enseñó y me quería", dijo recordando la figura paterna que lo formó con amor.

Su vida siguió y cuando cumplió doce años, llegó a ser ayudante de carpintería. "Me gustaba aprender a armar puertas, también mejoré el oficio en la escuela especial para discapacitados. Lo que me gusta es armar sillas y mesas de doblar que se llaman tijeras", dijo con entusiasmo en su relato. Cuando su papá-abuelo falleció, el dolor fue terrible. A pesar de ello, pudo salir de esa tormenta y, en su honor, quiso perfeccionarse en el quehacer con la madera. "Yo iba y venía de Jujuy a Buenos Aires porque estaba mi mamá allá. Hasta hoy hago los viajes porque la extraño cuando no la veo", contó Vázquez, lúcido quien se traslada cada cinco o siete meses al sur.

Para este jujeño, el último once de septiembre fue muy especial porque celebró cuarenta y cuatro años de existencia. "Me iban a poner Domingo Faustino porque nací este día, por Sarmiento, pero mi mamá y mi abuelo dijeron que sea Diego Armando, por Boca", expresó a modo de anécdota el joven también "xeneize" y emocionado, ya que quería compartir festejo con su mamá que se encuentra en Capital Federal. Pero, el amor no faltó en su cumpleaños porque un amigo del corazón lo invitó a celebrarlo el mismo día junto a su padre. "Justo conmigo cumplió años el papá de Enrique, mi hermanito, el mismo día que yo y fue un gran día", expresó Diego Vázquez, agradecido ante la dicha de haber disfrutado con su familia del corazón.

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"Siempre le tuve afecto. Lo conozco hace muchos años. Él me dice que soy su hermano. Por ahí tiene sus días y a veces se enoja, pero ya lo conozco", dijo, por su parte, Enrique Graña.

Es que hubo un tiempo en el que algunos familiares de Vázquez no lo trataron bien y lo sacaron de la casa donde vivía antes.

Sin embargo, no todo fue negativo para este joven que encontró personas que lo saben comprender y le brindan una importante contención.

"Mi tío 'Chacho' me llevó a vivir con él y ahora es mejor", indicó animado.

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"Pasó de que su familia que lo dejó de lado, fue difícil. Pero hay gente que le abre las puertas. Él es una persona especial, educada. Es hermoso tenerlo como compañero y hermano de la vida", aseguró Graña que cada vez que "Dieguito" se encuentra en Caimancito, le abre las puertas de su casa y de su carpintería.

Aun cuando pasó el Covid-19 o el dengue, su familia del alma se preocupó por él y cada integrante estuvo pendiente de su recuperación.

"Cuando me dio coronavirus, me enfermé y tuve que aislarme. Cuando me picó el dengue, también. Tuve fiebre, vómito, dolor de los ojos y de los huesos, pero después me recuperé tomando la pastilla. Mi hermanito Enrique me llamaba por teléfono para saber cómo estaba", recordó.

La discapacidad no opacó sus ganas ni derribó su dedicación para realizar tareas.

"Es voluntarioso y eso ayuda a que le tengan cariño. Es una persona que se supera, trabaja en la carpintería porque le gusta, ayuda con la lija y sabe lustrar", dijo Graña sobre este oficio con historia, donde siempre se da lo mejor. "Ser carpintero me encanta", indicó con orgullo quien es la imagen en la manga de la camiseta del club deportivo de la pintoresca ciudad.