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Más de la mitad de los chicos carecen de hábitos de lectura

Un informe del UCA, que los niños tienen poco habitos de lectura  y se agravó en la pandemia.

Domingo, 23 de abril de 2023 19:50

Un informe de la UCA concluyó que este fenómeno, que ya asoma como un problema estructural, se agravó desde la cuarentena estricta por el COVID-19, que también confirmó, por el cierre de las aulas, el papel esencial de la escuela. El factor socioeconómico incide fuertemente por la carencia de libros.

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Un informe de la UCA concluyó que este fenómeno, que ya asoma como un problema estructural, se agravó desde la cuarentena estricta por el COVID-19, que también confirmó, por el cierre de las aulas, el papel esencial de la escuela. El factor socioeconómico incide fuertemente por la carencia de libros.

El libro, símbolo de la alfabetización, la instrucción popular y el artefacto cultural más icónico que cultiva la inteligencia y la creatividad, está en retroceso en Argentina.

Desde 2017, un persistente 60% de los niños, niñas y adolescentes entre los 5 y 17 años que viven en ciudades carece de libros en sus casas. Ese déficit alcanzó el 68% en el segundo semestre de 2022, según el último informe publicado por el Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica (UCA). La falta de textos impresos en los hogares impacta en el comportamiento lector: más de la mitad de los chicos no leen libros.

La ausencia de una costumbre lectora es inversamente proporcional al nivel socio-económico y tiene una incidencia superior en los hogares más pobres. Y el fenómeno, que ya asoma como un problema estructural, se agravó en los últimos años desde la cuarentena estricta por el COVID-19.

“Cada vez los chicos y las familias están más alejados del libro físico. El aislamiento de COVID-19 nos dio la oportunidad de observar que el no ir a la escuela los alejó mucho más. Eso hizo que se disparara con fuerza un indicador ya de por sí deficitario” indicó a Infobae la socióloga (UBA, ODSA) Ianina Tuñón, una de las autoras de la encuesta coordinada junto a los investigadores Carolina Martínez y Nicolás García Balus.

La investigación se basa en una muestra de 5.860 casos realizada en hogares de aglomerados de 80.000 habitantes. La cantidad total de niños y niñas relevados fue de 1.317. La evolución de la serie, que arranca en 2017, permitió precisar el rol de la escuela en las costumbres de lectura. Las cifras acreditan que hubo un fuerte retroceso entre 2020 y 2021, a raíz de las restricciones educativas por la pandemia y menores exigencias de la lectura en papel.

“Evidentemente, el libro adquiere una significación particular cuando se va al colegio, ya sea porque es algo que se exige tener -aunque haya pocos libros en la casa- o porque circulan entre el espacio educativo e infantil y el hogar. Pero tiende a desaparecer muy significativamente y a decrecer, de acuerdo al estrato social”, agregó Tuñón.

Según la investigadora, este empeoramiento de los hábitos de lectura también está vinculado a una inercia del ámbito educativo, tras la crisis del coronavirus.

“Recién en 2022 empezamos a recuperarnos en déficit de lectura, pero no hemos llegado a los niveles pre pandemia. Esto ocurre mucho en todos los espacios educativos. Observamos que tampoco los chicos han vuelto a tener los mismos niveles de enseñanza en asignaturas como tecnología, idioma extranjero o la doble escolaridad”, remarcó.

El trabajo, titulado “Libros e infancias. Carencias y desigualdades sociales”, coincide con el Día Internacional del Libro que se conmemora el 23 de abril. Las conclusiones del informe no solo exponen que el déficit de hábitos de lectura “llegó para quedarse” y atraviesan a todas las clases sociales, aunque en distinto grado. Arrojan, también, una preocupación. Contar con rutinas de lectura es crucial para la temprana alfabetización y los aprendizajes.

“El libro físico sigue siendo un objeto muy importante. Al nivel de la primera infancia vemos que, con una lectura o narraciones tempranas, se logran más rápidamente habilidades de lectoescritura como el propio nombre en letra mayúscula. Esto se ve aún en los niños en contexto de pobreza, en cómo ingresan mejor a los procesos de alfabetización. Dejar de darle valor al libro es un error”, agregó Tuñón.

 

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