Con el canto a la luna en las fauces de lobos perfectos, las plumas mecidas por el viento y los brujos bailando con ansiedad de carnaval, salieron aguerridos los indios Ottawa para desplegar ante la gente ese esplendor tan propio que se llevó los mejores aplausos en cuatro noches inolvidables.
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Con el canto a la luna en las fauces de lobos perfectos, las plumas mecidas por el viento y los brujos bailando con ansiedad de carnaval, salieron aguerridos los indios Ottawa para desplegar ante la gente ese esplendor tan propio que se llevó los mejores aplausos en cuatro noches inolvidables.
Sin que nada opaque la cadencia de un ritmo ancestral, se abrió paso por Ciudad Cultural y avenida Forestal este homenaje vivo a los aborígenes que existieron en nuestra tierra, desde una presencia digna que con magníficas máscaras y gorros hicieron honor al trabajo afianzado desde la creatividad y el esfuerzo conjunto.
Así es que la energía de lo natural fue el motivo para que se empodere como comparsa, a partir de la fortaleza y la unión que no falta en este tiempo de celebración por el carnaval.
“Elegimos mostrar la ferocidad del guerrero, con la que nos vemos representados por estos seres”, destacó David Néstor Cardozo, cacique de esta formación y quien motiva, aconseja y organiza. Es así que para lograr el espectáculo que se vio en los desfiles, la elaboración de todas las piezas artísticas en los gorros -máscaras gigantes con plumas-, llevó un proceso importante que tuvo meses de anticipación, puntualmente, nueve.
Por eso, es que el armado de las máscaras hace a la identidad de un proyecto que este año estuvo dedicado a la imponente figura de los lobos salvajes.
“Cada cacique elige cómo quiere verse representado en el corso, en el caso de los indios Ottawa, nos ayudó el artesano Aldo Escalera, que hizo el molde del lobo tallado en telgopor; pero yo iba todos los días iba a su casa para empapelarlo. Así nueve meses tardamos en hacer las diez máscaras”, detalló Cardozo, recordando que Ana Vidal, esposa del artesano; también ayudó en la actividad donde se cortó papel de diario, se lo trató para cubrir el molde.
“La parte más meticulosa es al dar la segunda mano; porque es con el engrudo, una parte de agua, otra de harina y otra cola vinílica y se hace con varias manos incluyendo papel madera. La máscara sale dura porque se seca enseguida. Se levanta el molde y se lo alambra a la vuelta, se le puede blanquear con látex o se la pinta directamente”, explicó orgulloso de hacer con sus propias manos estos atuendos tan llamativos.
Y es ahí cuando el momento más esperado llega y se ve el armazón erguido. Entonces las máscaras brillan más al moverse gracias a los hombres que las portan con entusiasmo y responsabilidad.
“Con el toque de la tumbadora, nos preparamos. Tenemos un ritmo para avanzar, luego vidalas que interpretamos entre todos y otro ritmo para seguir”, aseguró Cardozo que formó parte de comparsas como Los Siva, Los Telkas y, actualmente, Los Ottawa.
Así, desde el barrio San Francisco, volvió a vivirse la danza en los integrantes de esta comparsa que junto a los brujos, inauguraron rituales en las avenidas de la ciudad para envolver a la comunidad con la magia de un carnaval que no quiere olvidar su pasado aborigen.