Aquél universo donde la imaginación es esencial para la creatividad cobra vida cada vez que el artista conecta con la acción y entonces es real en un pequeño taller donde animales autóctonos nacen todo el tiempo, multiplicándose en tamaños diversos y provocando acaso cuadros inolvidables entre los objetos inanimados. Espectaculares flamencos, llamas y tapires de tamaño real se mixturan en colores que visualizan a los verdaderos como fuente de inspiración. Y es que, en silencio, José Sebastián de Vega reúne una naturaleza diferente con una nueva polaridad, reciclando para de nuevo ver.
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Aquél universo donde la imaginación es esencial para la creatividad cobra vida cada vez que el artista conecta con la acción y entonces es real en un pequeño taller donde animales autóctonos nacen todo el tiempo, multiplicándose en tamaños diversos y provocando acaso cuadros inolvidables entre los objetos inanimados. Espectaculares flamencos, llamas y tapires de tamaño real se mixturan en colores que visualizan a los verdaderos como fuente de inspiración. Y es que, en silencio, José Sebastián de Vega reúne una naturaleza diferente con una nueva polaridad, reciclando para de nuevo ver.
Por ello, la labor que realiza desde hace cinco años está filtrada por una visual que termina siendo única, aunque haya comenzado por casualidad. Con 61 años y una predisposición a reconstruir y crear desde la pieza en desuso, desprende una energía propia de aquello que había imaginado. "Estoy feliz de hacer reciclado de neumáticos", explicó este artesano de las cubiertas enfocado en el rescate de lo a priori- inutilizable, pero punto esencial de una tarea que lo enorgullece. Y es que "Fito" -como le dicen sus amigos- se arriesgó y ganó porque se atrevió al desafío de permitir a sus percepciones llenar ese lienzo que manipula a diario, que es en realidad, el caucho. "Trabajaba en una escuela, me jubilé como preceptor y en la Facultad de Ciencias Agrarias, después tuve un taller de herrería artística. Hasta que un día en youtube, vi a un señor que cortaba neumáticos y entendí lo que se podía hacer con este material. Así empecé", contó el creador de tucanes, cóndores y ñandúes que desempolvan sueños en cada pluma, corte o brillo en eternas miradas.
"Los primeros animalitos que hice fueron una llama y un cóndor. Tengo una foto del animal, después ya es mi imaginación la que trabaja, porque le hago una estructura de hierro y de ahí le voy dando el volumen con las gomas", expresó un de Vega hábil para la técnica que va más allá de las formas e inventiva.
El resultado de su labor que se corona con la pintura está en las piezas con presencia fuerte, pero también lo etéreo y el dinamismo en otras, es decir se afirman entre sí y potencian al artesano que ya dejó su talento repartido en bares de café, fincas y casas de familia. Así es como en el devenir de los días, este eco arte fue explorando diversas especies, teniendo a los tucanes como centro de atención que hacen honor al reciclaje, mostrándose vistosos y desplegando su color en todas las estaciones del año.
Este hacer viene siendo un juego que genera admiración en la gente que lo aprecia, por ejemplo en ferias y encuentros de emprendedores que emergen con un halo de pasividad y abarcan el terreno de la artesanía manual. "Empecé con macetas para jardines. Un día en una feria me visitó Nicolás Yapura, me preguntó si en una semana podía hacer un cóndor, una llama y un cactus. Ahí fue cuando descubrí al artista que tenía guardado dentro", reafirmó de Vega que se sorprende con sus obras que son para todos los gustos, para las espontáneas, para los transgresores, para los soñadores. En su galería mental conviven también pedidos especiales que su espíritu complaciente no puede, ni quiere dejar de hacer. "Me encargan otras cosas, por ejemplo, hice un Messi que está en Tilcara. Siento satisfacción de sacar de lo que no se usa, algo que sea útil", explicó con las mismas ganas de seguir que como cuando se inició.