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“El Bismol”, eso que nos pasa y conocemos todos

La legendaria compañía jujeña lleva un año en las tablas con esta producción tan nuestra. El teatro nos habla de nuestra realidad, con mucha comicidad. Grandes talentos de nuestras artes escénicas.
Miércoles, 06 de diciembre de 2023 00:22

Hace un año se estrenaba “El Bismol”, obra teatral que se anunciaba como una oda al localismo y a la identidad. Se trata de una producción del Grupo Jujeño de Teatro, compañía que revivió hace unos años, tras un letargo y un estirado duelo del gran Damián “Tito” Guerra, su fundador allá por los años ‘70.

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Hace un año se estrenaba “El Bismol”, obra teatral que se anunciaba como una oda al localismo y a la identidad. Se trata de una producción del Grupo Jujeño de Teatro, compañía que revivió hace unos años, tras un letargo y un estirado duelo del gran Damián “Tito” Guerra, su fundador allá por los años ‘70.

Guerra falleció en 1999, y dejó muy herido a este grupo que se había iniciado con adolescentes. Siempre, siempre, el grupo Jujeño de Teatro, se caracterizó por el localismo, la identidad, el regionalismo. Era sin dudas una bandera del teatro antropológico, que proponía Guerra en un momento en que no era tan común hacer teatro de este tenor. Era el tiempo de las obras de autor, y se elegían las clásicas nacionales y extranjeras.

Sin dudas, “El Bismol” vuelve con este sentido a recordarnos cada detalle de una cultura cotidiana que para nosotros ya pasa desapercibida. Con mucha energía y muy compenetrados en sus personajes, Silvia Gallegos, que además tomó la responsabilidad de la dirección, Alejandro Aldana, María Carvallo y Enrique Farfán, recrean un lugar que resuena claro en nuestro imaginario. Un cuadro que no escapa a casi nadie en nuestra provincia. “El Bismol” es la feria americana que, modernizada, pretende cumplir con los requerimientos de una sociedad y sus mandatarios de turno, que siempre tuvieron las intenciones de eliminarlas “para mejorar la imagen de la ciudad”.

Lo cierto es que ese espacio, y esos puestos, son parte de nuestras vidas, de nuestras culturas, de un paisaje que nos vio crecer, porque todas las generaciones y todos los estratos sociales, conformados por jujeños nativos y personas que llegaron desde otros lugares para instalarse aquí, todos, todos, (o bueno, casià) caminaron por los pasillos de las ferias, y encontraron allí lo que buscaban.

El elenco toca con mucha comicidad, estos temas, los entuertos de estos negocios, el cruce con personalidades de la alta alcurnia en los probadores, la rutina de los comerciantes, sus sueños, las comidas y las bebidas típicas, las desilusiones, el tironeo entre el espíritu genuino de la feria y la evolución de esta forma de vida.

Ya, mientras el público hace fila en la galería del Teatro El Pasillo, donde se presentó por última vez (en el marco de la Fiesta Provincial del Teatro Jujuy 2023), “Darwin” (interpretado por Alejandro Aldana), el mesero de la feria que levanta los pedidos, entrega los desayunos y almuerzos puesto por puesto, y conoce a cada uno de sus clientes, ofrece a quienes van a entrar a la sala, juguito de pelón fresquito.

AMBIENTACIÓN MUY LOGRADA | EN TODOS LOS ESPACIOS DE LA SALA

Riquísima forma de recibir a los espectadores, y de adentrarlos en el clima del “Bismol” (Big Mall en la realidad). Al costado de la sala, se montaron unos improvisados probadores, y dos personas, en medio de la incomodidad, intentan ponerse las prendas antes de comprarlas. Una vez en la platea, la historia comienza a desandarse. “Yoli” (por María Carvallo) es sin dudas una de las atracciones de esta puesta.

Ella lleva la historia y a su gente, movidos por sueños de superación y un poco de ambición, a situaciones peligrosas, que ponen en riesgo esta fuente laboral y cultural de nuestra ciudad. Su amiga, la del otro puesto, “Blanquita” (Silvia Gallegos) es sin dudas la pata necesaria en esta red de relaciones que se generan en las tradicionales ferias jujeñas.

El elenco se completa con “Ernesto” (Enrique Farfán), esposo de “Yoli”, que representa un poco la ambición, y la ilusión de creer que la política salva todo. Aldana también asume el rol de un segundo personaje, “Justo Ramírez”, el villano de esta historia. Muy dúctil Aldana para pasar del delgado y simpático “Darwin”, al robusto y desagradable “Ramírez”. La escenografía es sencilla y bien cargada de ropa, emulando los puestos de los feriantes, y el público pueden adentrarse en un día laboral, desde la mañana hasta la noche de estos personajes, que no son más, que nosotros mismos. Sin dudas, el elenco hace honor a los principios de Tito Guerra, que siempre propuso hablar desde aquí y de lo nuestro.

No es fácil hacer reír, y este elenco lo logra con altura, y si el humor viene con un sentido mensaje de respeto por lo original, lo genuino, lo naturalà cumple sin dudas con un propósito muy importante, el de mantener la identidad. Siempre es un gusto ver a los grandes actores de otros tiempos, seguir vigentes, seguir proponiendo con tanto talento y buenos principios, frescura a la escena local.

Muy bien lograda la ambientación desde el ingreso a la sala, y desde los textos (que fueron de creación colectiva) y desde el proceso de formación de cada personaje, que manifiesta el amor por lo propio, el valor de un trabajo que suele pasar de generación en generación, y que si bien tiene pequeños atisbos de modernidad (pagos digitales, algunos locales de material, piso de mosaicos, etc.), no abandona el espíritu esencial y sin más del aire que se respira en estos pasillos.

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