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Peligroso ensanchamiento de la grieta en Argentina

Sabado, 10 de septiembre de 2022 19:28

El debate sobre los difusos "discursos de odio" y sus repercusiones en la agrietada política argentina comienza a caer rápidamente en saco roto. Nuevamente, la profunda desconfianza reinante entre las distintas vertientes del oficialismo y la oposición provocaron que el atentado a Cristina, que debió haber unido a todos los sectores, haya profundizado aún más las diferencias existentes. Ni siquiera una "misa por la paz" en la Basílica de Luján logró juntar media hora a referentes kirchneristas y anti kirchneristas, que prefirieron especular sobre el real sentido de la convocatoria y su impacto en materia electoral.

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El debate sobre los difusos "discursos de odio" y sus repercusiones en la agrietada política argentina comienza a caer rápidamente en saco roto. Nuevamente, la profunda desconfianza reinante entre las distintas vertientes del oficialismo y la oposición provocaron que el atentado a Cristina, que debió haber unido a todos los sectores, haya profundizado aún más las diferencias existentes. Ni siquiera una "misa por la paz" en la Basílica de Luján logró juntar media hora a referentes kirchneristas y anti kirchneristas, que prefirieron especular sobre el real sentido de la convocatoria y su impacto en materia electoral.

La situación es de tal gravedad que más del 53 por ciento de los argentinos considera que el intento de homicidio "fue inventado para victimizar a Cristina". La afirmación, obviamente, carece de cualquier tipo de evidencia legal y demuestra al extremo cuán destruida está la credibilidad de la clase política en la Argentina y cuán aceitado está el nivel de confrontación en la sociedad. Los hechos pasaron a un peligroso segundo plano, lo que prevalece en el ideario colectivo es de qué lado de la grieta ocurrieron.

¿Si un intento de magnicidio no logró aportar un poco de cordura a la dirigencia nacional y al grueso de la opinión pública, habrá algo que pueda hacerlo? Por el momento, no se vislumbra ningún atisbo de cambio cultural en el país que vaya a descomprimir un poco los amores y odios en la sociedad.

El oficialismo viene instalando con mucha insistencia que el periodismo y la oposición crearon un clima de violencia que derivó en que un delincuente como Sabag Montiel gatille un arma en la cabeza de Cristina. Lo curioso del discurso, además de su escasa fundamentación, es que se intente individualizar en algunas personas de la actualidad un fenómeno que convive en la sociedad hace más de dos décadas.

Hasta ahora, nada en la investigación hace prever que esta pareja de delincuentes haya querido matar a Cristina por los "mensajes de odio" en contra de ella, sino más bien por los problemas psiquiátricos que tendría el detenido y también por sus ideas cercanas al neonazismo. No es ninguna novedad que esa corriente fascista destila odio racial hace más de sesenta años y que ningún partido político de la Argentina –a excepción del de Biondini- reivindica esas ideas.

El Gobierno parece empecinado en señalar que "los odiadores" son los de enfrente y los que reparten "amor" son los de al lado. Bajo esa premisa, es imposible poder llegar a algún tipo de acuerdo de fondo para consensuar políticas que se sostengan más allá del Gobierno de turno. Los principales alfiles del kirchnerismo tuvieron la oportunidad de buscar una real pacificación en este momento, siendo mesurados con los comentarios hasta que la causa esclarezca los verdaderos motivos de lo ocurrido. Una postura de este tipo hubiese alivianado las fuertes críticas que lanzó la oposición por la supuesta utilización política del ataque, que según las encuestas penetraron bastante en la gente.

En diálogo con El Tribuno de Jujuy, un estrecho colaborador de la vicepresidenta señaló ayer que "es injusto acusar a Cristina de usar políticamente lo que le pasó, ella hace días que está en silencio y ni siquiera fue a la misa de hoy (por ayer) que estaba convocada para respaldarla". Y agregó: "Todo lo que se dijo sobre parar la causa Vialidad, imponer un indulto o cortar las rutas hasta que se vaya la Corte hay que tomarlo de quien lo dice, pero Cristina no puede hacerse cargo de los exabruptos de cualquiera".

En Juntos por el Cambio se vive un momento particularmente complejo, ya que nadie quiere quedar como insensible por no repudiar el atentado pero tampoco quieren mostrarse cerca del Gobierno para afectar su base electoral. La oposición insiste en que no hay ningún tipo de negociación posible con el oficialismo que no se dé en el Congreso nacional, aunque desde el Gobierno no se resignan a que las diferencias entre "halcones y palomas" queden al descubierto ante un llamado oficial.

"Cuando el Gobierno se comunicó con algunos referentes nuestros para buscar canales de diálogo, llamó a los que mejor relación tiene, pero no hizo una convocatoria a Juntos por el Cambio como fuerza política. Es obvio que no quieren dialogar, sino mostrar que somos nosotros los que rechazan hacerlo", confío a este diario uno de los máximos referentes del espacio, que pidió reserva de su identidad. El dirigente aseguró que "no trascendió ninguna hoja de ruta sobre los temas que se debatirían en una eventual mesa con el Gobierno". "Si ellos nos llaman para hablar sobre una reducción de impuestos y una disminución del gasto político allí vamos a estar, pero no nos prestaremos a una simple foto para la ocasión", indicó.

Todo este clima de crispación y movilización que se vive desde el pedido de condena contra Cristina quitó la brújula mediática de la economía, aunque esta siga siendo por lejos la principal preocupación ciudadana en todas las encuestas. Esta situación está provocando que algunos resultados positivos de la gestión de Sergio Massa se transformen en invisibles. Uno de ellos es el éxito que tuvo el dólar soja en la liquidación de exportaciones y otro que la crisis cambiaria continúe en un compás de espera.

El ministro de Economía destrabó créditos del BID en Washington y habría garantizado la aprobación FMI a la segunda revisión prevista para este mes. Sin embargo, estos pequeños avances chocan contra el problema de fondo que tiene la Argentina que es la inflación, que no cuenta con ningún programa detallado para poder reducirla. La primera semana de septiembre ya pronostica una inflación cercana al seis por ciento y consolida la presunción de que se llegará a una suba anual de tres dígitos. Si bien es clave lograr un ordenamiento de las variables macroeconómicas, mientras siga cayendo el salario real de trabajadores, desocupados y jubilados la gestión económica se verá siempre como un fracaso.

Massa se imaginaba un protagonismo absoluto que obviamente no está consiguiendo, aunque en su entorno no lo ven del todo desfavorable para las aspiraciones presidenciales del funcionario. "Sergio tomó muchas medidas antipopulares incluso para su propia coalición, como el aumento de las tarifas, el achicamiento del gasto público y el freno a la emisión. Estar siempre hablando de eso podría desgastarlo demasiado temprano y la carrera es larga", opinó un dirigente muy cercano al tigrense.

 

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