Con las bondades de una naturaleza imponente y los colores sagrados de un cerro que representa a un pueblo encantador, Purmamarca se coronó como la meca del turismo invernal en este tiempo de vacaciones.
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Con las bondades de una naturaleza imponente y los colores sagrados de un cerro que representa a un pueblo encantador, Purmamarca se coronó como la meca del turismo invernal en este tiempo de vacaciones.
El lugar con corazón quebradeño logra desprender un magnetismo que a cada paso se hace sentir. En cercanías a la plaza principal y bajo el cielo de una mañana soleada en julio, el constante ir y venir de los visitantes se permitía ser incesante, con miradas de admiración y diálogos superpuestos en una multiplicidad de acentos federales.
De Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe y Misiones provenían algunos de los cientos de turistas que llegaron a tierra jujeña para disfrutar de días donde la conexión con la cultura local, el festival de sabores de una gastronomía típica y la labor artesanal habitan en cada residente del lugar. Así, los tejidos elaborados a mano, cazuelas de arcilla y cubiertos de alpaca, mates de madera y palo santo, sombreros de lana y tazas de arcilla son protagonistas en un universo donde no faltan calidad y variedad de materia prima en productos con esencia norteña.
Para los amantes del arte y la historia, la iglesia de Purmamarca abrió sus puertas al mundo y los turistas registraron, en clics instantáneos, las fotografías digitales de momentos previos al mediodía dentro del espacio sagrado. Mientras, las manos de residentes y visitantes se entrelazaban quizás por única vez en la vida. Y la energía de todos permanecía intacta desde toda perspectiva y el paseo por la vistosa localidad terminó por caratularse como una peatonal nacional con el sol en lo más alto.
Por este camino que al final rodea a la plaza Santa Rosa de Lima, desfilaban los viajeros, algunos con mochilas cargadas de artesanías y otros con asombro en sus retinas -acaso- señalando las siluetas de aquellos "gigantes dormidos" que simulan existir como cerros. Mientras, las tejedoras sentadas detrás de vasijas de arcilla, tejen y vuelven a tener entre manos ese saber ancestral que se descubre para prendas en dos, tres y cinco agujas. Entonces se encienden en el medio de la plaza, las ganas de ofrecer su labor al turista más pretencioso. Un desafío que motivó a las más de diez artistas del tejido que se llevaron los aplausos y cumplidos de los representantes del sur del país.
La idiosincrasia de la cultura nuestra estuvo puesta en valor. Los artífices en distintos rubros artesanales del lugar también llegaron desde Susques, Abra Pampa, Tumbaya y Tilcara; y eligieron hablar a través de sus creaciones para demostrar aquellos dones que los acompañan durante gran parte de su vida. Con el pasar del tiempo ya después del mediodía, la postal volvía a enfocar más extranjeros que llegaron esta vez desde sus autos para seguir maravillándose con el precioso destino turístico que fue elegido como el pueblo más lindo de Argentina.