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Ecuador verde: Esmeraldas, rincón entre el mar y la selva

Domingo, 20 de noviembre de 2022 01:00

Y aquí va otro fragmento de la vida en viaje, esta vez por las frondosas y coloridas costas del norte del Ecuador.

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Y aquí va otro fragmento de la vida en viaje, esta vez por las frondosas y coloridas costas del norte del Ecuador.

Un país pequeño, para las grandes dimensiones de América, pero diverso en paisajes y culturas.

Llegamos a dedo los últimos días de julio del 2014, provenientes de Olón, donde anduvimos poco más de un mes recibiendo visitas: mamá y sobrina de Caro.

En la provincia verde como su nombre, Ecuador otra vez me sorprendía al observar cómo, en pocos kilómetros, los cambios eran tan marcados.

Apenas uno pasa a esta región de la costa, otra exuberancia te rodea. Desde Olón, y en general en toda la provincia de Manabí, hay bastante bosque, pero de otras características, más seco. En Esmeraldas, en cambio, irradia el verde y la humedad.

Allí se concentra la cultura afroecuatoriana, desde que naufragó un barco español cargado de esclavos, hace cuatrocientos años, que llegaron libres a las costas esmeraldeñas.

Por lo inaccesible de la región, desde las capitales coloniales, y por la celebración de numerosos pactos con los pueblos originarios, y posteriormente con las propias autoridades de Quito, gozaron de cierta autonomía. Conociéndose dicha organización multiétnica, como la República de los Zambos.

Hoy, aquellos afrodescendientes conviven con los chachis, único pueblo nativo sobreviviente en el litoral del Ecuador, quienes habitan la selva lindera al Pacífico, moviéndose en canoas, por ríos caudalosos que buscan el mar.

En aquel hermoso rincón, entre el mar y la selva, buscamos y encontramos una casita donde recibir a mi madre y pasar poco más de un mes.

Fue en el pequeño y colorido Mompiche, pueblito de pescadores, hoy también bastante turístico. Pasamos hermosos días disfrutando la vida en la playa y de la naturaleza tropical, en una casa de paredes de bambú, que rechinaba y crujía con el viento, donde escuchábamos al mar bramar a solo dos cuadras y a los grandes buitres cuando subían a los techos.

Como en toda la costa, mucha variedad en pescados y mariscos. Y mi madre cocinando y cocinando: sorrentinos de camarones en salsa de coco, lenguado a la pimienta, empanada gallega, pescado a la parrilla…

Podíamos conseguir productos frescos en los botes de pescadores, desde grandes ejemplares, hasta cangrejos, langostinos y langostas. Todo el día se pescaba en Mompiche en esa época. Los botes llegaban a la mañana temprano, entre siete a ocho, o a la tarde-noche, desde las siete. Si uno ayudaba a mover el bote o lo que necesitaban, te regalaban algo.

La comida típica, deliciosa. De mis preferidas la corvicha, un bocadillo de plátano verde y pasta de maní, frito y relleno de corvina que conseguías en la calle a solo un dólar.

Una negra robusta vendía cacao puro en la puerta de su casa, ahí mismo lo molía y armaba las barras de uno de los mejores cacaos del mundo.

En el restaurante El Sol de Oro, donde trabajamos haciéndoles la carta y una serie de manteles individuales, todo ilustrado, nos dimos el gusto de probar varias de sus especialidades, el destacado fue el encocado de camarón con patacones (plátano verde frito). Mucho coco, mucho pescado y mariscos, mucho cacao… nosotros, felices.

Anduvimos por los alrededores conociendo y haciendo amigos viajeros. Nadando en una pequeña bahía de agua verde como el nombre de la provincia, donde las olas no rompían. Caminando a la playa de arena negra, recorriendo la extensa playa de Portete, navegando en lanchas por canales y manglares… disfrutando.

Luego, satisfechos de playa, mar y selva, partimos hacia la sierra, hacia la capital de aquel pequeño gran país, a despedir a mi madre y vivir otras aventuras.

Casi un año nos quedamos en total en Ecuador, hasta que lo dejamos, rodando nuevamente en bicicletas, por la baja Amazonía.

Si querés saber más del proyecto de vida en viaje: www.galopamundos.com | Ig: @galopamundos.

 

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