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No estás solo aunque hayas sido víctima de maltrato

Martes, 04 de octubre de 2022 01:04

Por: MARÍA ELENA MAMARIAN LIC. en Psicología, escritora

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Por: MARÍA ELENA MAMARIAN LIC. en Psicología, escritora

Vivimos una época de cambios vertiginosos, muchos de ellos magníficos y beneficiosos. Por ejemplo, el desarrollo científico en materia de salud o tecnología. Sin embargo, como humanidad reiteramos y empeoramos muchas de nuestras interacciones no saludables. El maltrato en todas sus formas -físico, emocional, sexual, financiero, espiritual- sigue haciendo estragos en nuestra sociedad, causando mucho dolor. Se evidencia en la familia, en las calles del barrio o del pueblo, en la escuela, en el deporte, en el trabajo, en la política y también en los medios religiosos. Atraviesa todas las clases sociales y niveles educativos.

La violencia familiar es cosa corriente. Cualquier miembro de una familia puede recibir maltrato, pero los niños y niñas, adolescentes, mujeres, ancianos y discapacitados son la población más vulnerable a sufrir abusos por parte de aquellos que tienen más poder, por su edad o lugar jerárquico.

La familia -más allá de su conformación- es el espacio más apto para que un ser humano se desarrolle en forma integral. Por eso, resulta inadmisible que se haya transformado en un ámbito donde los más débiles son maltratados por personas de su confianza. El maltrato en cualquiera de sus formas produce daños a las víctimas, a corto, mediano y largo plazo.

Cada día miles de niños, niñas y adolescentes, sufren el abandono, la negligencia y el maltrato activo (emocional, físico y sexual) por parte de los adultos responsables de su cuidado. Como consecuencia, se enferman, tienen dificultades escolares, trastornos de conducta, deambulan por las calles, o están tristes y apáticos. Además de estos efectos inmediatos, es frecuente que lleven a su vida adulta el dolor de no haber tenido una infancia o una adolescencia dignas y quizás repetirán, como víctimas o victimarios, las pautas de maltrato sufridas y aprendidas.

Cada día muchas mujeres padecen por los golpes, empujones, amenazas de todo tipo, control del tiempo y el dinero, crítica constante, denigración, sometimiento sexual, inducción de culpa y temor, entre tantas otras cosas, por parte de los hombres de su entorno familiar. Como consecuencia se enferman, se sienten culpables, avergonzadas, humilladas, abandonadas, aisladas, con baja autoestima, desconfiadas de sí mismas y de los demás, sin ánimo para seguir adelante.

También es cierto que muchas mujeres tienen problemas para controlar su propia ira. A veces la expresan contra sus hijos, contra otras personas o contra sí mismas. Tanto maltrato sufrido, en el presente o en el pasado, se descarga con frecuencia en forma inapropiada sobre hijos, novios, esposos y padres.

Si nos referimos específicamente al maltrato sobre las mujeres, muchas de ellas tratan de corregir infructuosamente su destino. Intentan ayudar a su novio o esposo, prueban con cambiar su propia conducta para que ellos no descarguen su agresión sobre ellas, vuelven a confiar una y otra vez y a tener esperanza ante los arrepentimientos y promesas del agresor. En vano... nada cambia. Porque nada cambia si no existe verdadero reconocimiento del mal producido, arrepentimiento genuino y aprendizaje de nuevas conductas saludables que reemplacen las conductas violentas consideradas "naturales" o, peor aún, "normales".

Un problema a ser reconocido y tratado

El maltrato en todas sus formas es tan antiguo como el ser humano mismo. No obstante, sólo en las últimas décadas ha sido considerado un delito que no debe quedar en el ámbito privado, sino como un tema de salud pública a ser tratado.

Los cristianos creemos que el propósito original de Dios fue crear al hombre y a la mujer iguales en dignidad y valor, y que juntos expresaran su imagen y semejanza. Ambos recibieron la bendición del Creador y estaban habilitados para desarrollar una tarea en equipo para que ambos fueran igualmente aptos y responsables ante Él. El maltrato familiar tergiversó el plan divino y rebajó al ser humano, sea en su rol de agresor o víctima, a un nivel de indignidad que Dios nunca pensó para él. Por lo tanto, Él mismo desea devolver a todas las personas, a través de Jesucristo, el valor y la dignidad perdidos por el pecado.

íNo estás sola! íNo estás solo!

Todos, hombres y mujeres, tenemos el desafío de dejar de considerar el abuso, en cualquiera de sus formas y en cualquiera de los ámbitos, como algo normal. En cambio, debemos incorporar nuevos modos de pensar y de relacionarnos en base a la reciprocidad y respeto mutuos. Si has sido o eres víctima de cualquier forma de maltrato, debes buscar ayuda rompiendo el silencio, ya que el aislamiento y la soledad sólo aumentan la desprotección y la desesperanza. Recomendamos que te acerques a personas o instituciones especializadas confiables que estén dispuestas y capacitadas para acompañarte en el camino de salida de la violencia. íEs posible! íEl Dios de esperanza quiere ayudarte! íNo estás solo! íNo estás sola!

La Fundación Luz de Vida trabaja fuertemente en "educar, prevenir y restaurar" a través de escuela para padres, talleres, consejería y contención familiar. íContáctenos! Alvear 731, primer piso, oficina N°2. Comuníquese al 388-4544620, o ingrese a nuestra página de Facebook: Fundación Luz de Vida. íEstamos para ayudarles!

 

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