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"Siempre voy a elegir ser un docente rural"

Guillermo Duarte demuestra su vocación en la escuela de Molulo. Es contador y aún así elige la docencia rural.
Miércoles, 30 de junio de 2021 01:00

Guillermo Duarte se recibió hace años como profesor en EGB 1 y 2 en la Normal y le llevó años insertarse en la docencia, pero desde 2012 la Escuela 76 "Soldados de mi Patria" de Molulo es el lugar que elige para ejercerla. Es quizás irremplazable ya que él hizo mucho por la escuela y los niños, y la elige aunque lleva años recibido de contador público.

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Guillermo Duarte se recibió hace años como profesor en EGB 1 y 2 en la Normal y le llevó años insertarse en la docencia, pero desde 2012 la Escuela 76 "Soldados de mi Patria" de Molulo es el lugar que elige para ejercerla. Es quizás irremplazable ya que él hizo mucho por la escuela y los niños, y la elige aunque lleva años recibido de contador público.

Por la burocracia, Duarte no obtuvo la titularidad docente, sin embargo demuestra con creces su vocación. "Cuando llegué a esta escuelita literalmente era un rancho, paredes bajitas, techos que se llovían, pisos de tierra, una construcción antigua hecha en 1945 por la gente del lugar", recordó.

Gestionó en 2016 fondos del Programa nacional de Mejoramiento Rural (Promer) que permitieron refaccionar la escuela, obra que se concretó con una titánica proeza de 16 campañas y 200 soldados, quienes transportaron los materiales a pie.

Ese año Guillermo Duarte fue distinguido con el premio Presidencia de la Nación al maestro de buen desempeño. Hoy se lo conoce como aquel que camina 12 a 18 horas para llegar a su escuelita, pero muchos desconocen que es una elección de vida ya que es contador, egresado en 2014 de la Universidad Nacional de Jujuy. Logró su título mientras ejercía como docente, cursando libre los últimos años. "Prefiero trabajar más y ganar menos, pero llenarme de felicidad. Siempre les digo a los chicos que hay que superarse y si no se los demuestro estaría mal. En esa época, la escuela era rancho y terminé la universidad por ese deseo de superación, pero si sigo teniendo la posibilidad, siempre voy a elegir trabajar como docente rural", afirmó.

Duarte describe con calidez cada logro para los chicos, y es que busca abrirles las puertas del mundo desde el conocimiento. "Para mí el niño del campo y de la ciudad tienen que tener los mismos derechos. Decimos derecho a la educación; no podía quedarme con que a los niños le llueva el albergue", afirmó y se vale de la ayuda para ello. Lo hizo y gracias a la fundación "Aprendiendo bajo la Cruz del Sur", la escuela tiene internet satelital y usan tablets y otros dispositivos para enseñarles contenidos que les abra la mente.

De hecho, antes de la pandemia, logró que las siete escuelas de Valles pudieran conocer el mar en Necochea o llegar hasta Villa Carlos Paz. "Siempre le queremos mostrar que hay otras formas de vida. Tienen que saber que hay lugares lindos y a su lugar lo tienen que amar", dijo. Allí son solo tres docentes y su cargo es dirección con grado, hay otro de maestro y uno de actividades prácticas, con quienes lleva adelante la escuela albergue. Al lugar se llega por caminos de herradura saliendo desde Tilcara; a pie se demora entre 12 a 16 horas dependiendo de las condiciones climáticas. "Atravesamos dos picos de 4.200 metros sobre el nivel del mar, luego descendemos a la escuela a 3 mil", explicó. Por eso el régimen es de 20 días de clases seguidas por 10 de descanso y viven en el establecimiento porque los niños caminan hasta 7 horas para llegar.

Éste año hay 11 chicos de entre 6 a 12 años y por el sistema de plurigrado de primero a tercero tienen a una docente, y los de cuarto a séptimo cursan con Duarte y se los incentiva con talleres de danza, canto y manualidades. "Tratamos de desarrollar al máximo el potencial artístico, y darle a los niñitos la mayor cantidad de herramientas" señaló.

Volver a clases fue una bendición

En el 2020 la pandemia azotó también la zona rural de Molulo y no hubo clases ni presenciales ni virtuales. “Todos los docentes de la provincia hemos puesto el pecho para mantener la educación. En nuestro caso nos pegó fuerte porque si bien en la escuela tenemos conexión a internet, los niñitos en sus casas no tienen conectividad, es más ninguno tiene luz eléctrica, agua, entonces se hizo difícil”, refirió.

RECUERDO / ANTES DE LA PANDEMIA JUNTO A SUS ALUMNOS EN LA ESCUELA

Es que Molulo es un paraje amplio. Por ello en el confinamiento hicieron cartillas que coordinando desde San Pedro con la docente de San Salvador, lo enviaba a la de Tilcara en remis y lo entregaban a los padres cuando bajaban por mercadería y se los asistía, y luego recibían los trabajos realizados. “Fue un esfuerzo mental, porque había que elaborar las cartillas y tener en cuenta el nivel de instrucción del papá” ya que buscaban no sumar dificultades por lo que plantearon actividades no convencionales, juegos, historias etc. Algunos padres subían al cerro para conseguir señal y consultaban.

Este año la tarea tampoco fue fácil porque tuvieron que destinar al menos dos meses para socializar lo que habían aprendido. “Volver para ellos fue una bendición y a la vez una presión y responsabilidad de extremar los recaudos” porque las familias no estaban de acuerdo por el temor a que les llevaran el Covid, ya que ellos viven aislados. Si bien tienen ahora una escuela equipada y con libros, y reciben donaciones de ropa; siempre necesitan zapatillas porque en los días libres los niños ayudan a sus padres y recorren los cerros pastoreando. Quienes deseen aportar pueden llamar al 388 154723504 de 12 a 14. Espera conseguir un profesor de música, de inglés y educación física que gestionó a Educación.

Planifica seguir estudiando otra carrera

Sin saberlo quizás el camino de Guillermo Duarte estaba signado por la docencia, por su madre que era docente rural. Lo empezó a descubrir en la adolescencia enseñando algún ejercicio cuando cursaba en la Escuela de Educación Técnica N 1 “Coronel Alvarez Prado”.

TRAS UNA CARRERA DE AVENTURA.

Su familia de origen está en San Pedro, pero en la tarea docente de algún modo resignó la posibilidad de tener una propia y otro tipo de proyectos. “No tengo hijos pero este año tengo once, así que estoy más que feliz”, afirmó sobre ese aspecto de su vida. Pese a ello siempre se actualiza y aspira a seguir estudiando Ciencias de la Educación o Psicopedagogía, y aún no emprende porque no puede hacerlo virtualmente. Algo que también resignó y que refleja su espíritu son las carreras de aventura y de autosuficiencia, cuyos recorridos le dan a último momento y supone cerros y montañas y son muy largas. La carrera más larga que corrió fue en Tilcara de 160 kilómetros.

“Conociendo la Pachamama” que hizo en 22 horas; otra en Yerba Buena, Tafí del Valle, de 85 km y la última fue en 2015 en Tilcara, pero luego no pudo seguir porque las competencias surgían en fechas que coincidían con las de dictado de clases. No obstante, sigue entrenando ese deporte y no escatima energía para hacerlo en la zona agreste donde vive, pese a las gélidas temperaturas, y a que nació paradógicamente en San Pedro de Jujuy.