Tiemblo al relatar esta historia porque Pierro me había disparado desde su automóvil con una improbable falta de puntería, pero luego porque, al querer conocer a Estefanía Vilte, la actriz que encarnara a Blanca en la serie televisiva de Pierro y Solón, me amanecí en esa San Salvador de Jujuy de los años setenta.
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Tiemblo al relatar esta historia porque Pierro me había disparado desde su automóvil con una improbable falta de puntería, pero luego porque, al querer conocer a Estefanía Vilte, la actriz que encarnara a Blanca en la serie televisiva de Pierro y Solón, me amanecí en esa San Salvador de Jujuy de los años setenta.
Escapando de ellos, que me seguían porque el comisario no pudo tolerar verme con ella en la cocina de su departamento, había ido a parar a un cuarto por entonces suburbano, pero que hoy debe estar en plena ciudad, donde unos cuatro o cinco jóvenes también narraban las persecuciones de Pierro, pero por otras causas.
No quise pensar en lo que habrá sido de ellos. En el mejor de los casos habrán envejecido recordando que en aquellos tiempos duros la suerte estuvo de su lado. Traté de no prestar atención a lo que decían, porque no quería enterarme de lo que fue aquel Pierro en los años de plomo de nuestra historia, y me despedí agradeciéndoles haberme escondido.
Tardé en volver a la calma cuando caminaba por la Senador Pérez, y para mi sorpresa volvía a estar en el presente, en estos momentos que parecen ser los finales de la pandemia, si es que lo son, con barbijos y locales comerciales, y en el escaparate de una librería me volví a ver reflejado como visto hoy día, que acaso no sea de muy buen gusto pero es lo mío.
Cuando llegué a la redacción no pude ni siquiera contar lo sucedido a nadie, era demasiado extraño y me sabía peligroso. Pero me alegró de alguna manera saberme tan lejos de aquella huida.