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Afganistán, el dolor de los civiles en una guerra que no tiene fin

Historia de vida de una familia destruida por la guerra y que lucha por salir adelante en medio del caos y las presiones.Un territorio donde minas, bombas caseras y municiones sin estallar quedan desparramadas en los campos de batalla.

Miércoles, 05 de junio de 2019 01:03

La tragedia ocurrida en 2018 de diez niños de una misma familia, de los cuales tres murieron y siete quedaron mutilados de por vida, ilustra el martirio de los civiles en la guerra sin fin de Afganistán.

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La tragedia ocurrida en 2018 de diez niños de una misma familia, de los cuales tres murieron y siete quedaron mutilados de por vida, ilustra el martirio de los civiles en la guerra sin fin de Afganistán.

 

"Desde que nací, los combates y el caos fueron permanentes en Afganistán", recuerda una abuela que sale en defensa de sus nietos.

 

En el camino a la escuela los niños encontraron un obús sin estallar y en el momento en que lo agarraban el proyectil explotó, matando a tres niños y a la mujer que los acompañaba, en tanto los otros perdieron una o las dos piernas.

Una tragedia lamentablemente frecuente en Afganistán, donde minas, bombas caseras y municiones sin estallar quedan desparramadas en los campos de batalla.

Los civiles pagan un fuerte tributo en un país en guerra desde hace 40 años. Según la ONU, 3.804, entre ellos 900 niños, murieron en 2018 y 7.000 resultaron heridos.

"Me siento muy triste cuando veo a otras chicas ir a la escuela y yo no puedo caminar como ellas", dice Rabia Gul, 10 años, quien perdió una pierna en la explosión.

"Estaba feliz cuando tenía mis piernas, pero después de perder una ya no soy más feliz", dice mirando al vacío.

Sentada en un banco en el exterior de la modesta casa familiar de Jalalabad, capital de la provincia de Nangarhar, Rabia está rodeada de los otros siete niños mutilados en aquella ocasión.

"Esperamos que los talibanes hagan la paz con el gobierno afgano y que la seguridad mejore en Afganistán para que nadie más resulte muerto o herido", dice Shafiqulá, de 15 años, el mayor de los niños, quien perdió las dos piernas en la explosión.

40 huérfanos

La septuagenaria Niaz Bibi vive en el distrito de Kot, una zona alejada de la provincia de Nangarhar (este del país), donde hay talibanes y combatientes del grupo yihadista Estado Islámico (EI).

Miembros de EI decapitaron a tres de los hijos de Bibi y mataron a tres des sus nietos en dos ataques diferentes.

La mujer tiene ahora a su cargo a cuarenta nietos huérfanos, la mayoría de ellos menores de diez años.

"Les pido a mis vecinos que me den un poco de comida y ropa para ellos", cuenta Niaz Bibi a la AFP.

"Tengo este arma para defender a mis nietos de posibles ataques", dice la mujer mostrando un fusil de asalto AK-47.

"Desde que nací, los combates y el caos fueron permanentes en Afganistán", recuerda.

Hijo kamikaze

El conflicto afgano desgarra a las familias, incluidas aquellas cuyos hijos se suman a las filas de los grupos insurgentes.

Para algunos jóvenes, el llamado a la Yihad (guerra santa) contra las fuerzas extranjeras es muy potente.

A veces es el único medio de ganarse la vida.

Rahim Jan, un actor de televisión de Jalalabad, ignoraba que Afzal, su hijo de 19 años, era un talibán hasta el día que lo llamaron por teléfono para decir que "había muerto como un mártir".

Jan, de 60 años, no entiende porqué su hijo, que se había casado tres meses antes, se unió a los talibanes.

Los talibanes le enviaron un video en el que Afzal dice: "Estoy con los talibanes y soy feliz".

Por temor a que los talibanes lo reclutaran, Jan envió a su hijo a Turquía, donde no consiguió permiso de residencia y tuvo que volver a Afganistán.

"Los talibanes volvieron a llamarme para que siga los pasos de mi hermano", cuenta Wasim, que quiere salir del país nuevamente.

Una realidad muy cruda que padecen miles de familias afganas desde hace años.

La paz es por ahora un deseo, ni siquiera una posibilidad inmediata.

La guerra los acosa y todos pagan las consecuencias, estén o no en las filas de los extremistas religiosos llamados talibanes.

Retenidos

Los talibanes retuvieron a un grupo de afganos que llevaban a cabo una marcha por la paz a través de Afganistán. Éste comenzó en mayo cuando un grupo de civiles recorrió 700 kilómetros desde Lashkar Gah (sur) hasta Kabul. Por el camino se unieron centenares de personas. El 27 de mayo, unas treinta personas empezaron otra marcha desde Lashkar Gah con el objetivo de reunirse con los talibanes y pedirles un alto el fuego. El domingo por la noche, cuando entraban en territorio insurgente, los talibanes forzaron a cuatro líderes del grupo a acompañarlos en vehículos. No se supo más de ellos.