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Primera mujer piloto formada para combate | Uruguay, Fuerza Aérea, Primera Mujer

Jueves, 23 de julio de 2015 00:00
<p>MONTEVIDEO MARÍA EUGENIA ERCHEVERRY</p>

María Eugenia Etcheverry tiene puntos en común con la coprotagonista de la película de culto de los 80 Top Gun: rubias, lindas, y con autoridad en el mundo de la aviación. ¿La diferencia? Etcheverry es la piloto de esta historia.

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María Eugenia Etcheverry tiene puntos en común con la coprotagonista de la película de culto de los 80 Top Gun: rubias, lindas, y con autoridad en el mundo de la aviación. ¿La diferencia? Etcheverry es la piloto de esta historia.

La uruguaya comenzó a llamar la atención al ser una de las dos mujeres en ingresar a la Escuela Militar de Aeronáutica en 1997, cuando su país abrió esa academia a ambos sexos, en sintonía con el resto de la región.

Etcheverry y Carolina Arévalo, su colega mujer de promoción, sirvieron casi de conejillos (o conejillas) de indias para que la institución de la Fuerza Aérea Uruguaya (FAU) se adaptase a la novedad.

De aquellos tiempos cuando las mujeres invadían un terreno masculino, la Mayor de 38 años -que fue además la primera aviadora de combate del cono sur- guarda un arsenal de anécdotas. "Al principio nos cortaron el cabello porque el reglamento (pensado para hombres) decía que no podía rozar el cuello del uniforme, luego nos lo dejaron crecer porque cambió la percepción, y así fue con todo", recuerda la piloto, que después de reivindicar la melena, la cortó de nuevo este año para no llevarla atada. Etcheverry también acaparó flashes al destacarse como piloto de combate en 2002. Pasó nueve años a bordo de un avión de ataque y en 2014 fue la primera mujer de la región en comandar una misión en un ejercicio internacional.

Este año sumó otro hito de género a su carrera: es la primera mujer en comandar una unidad de vuelo de la FAU. Acostumbrada a responder cuanta pregunta curiosa surge sobre cómo es la vida en un entorno lleno de testosterona, Etcheverry recuenta con paciencia una historia tras otra.

"Nos trajeron una profesora de maquillaje para que nos diera una lección un sábado por la mañana. Me quedaba en detención ese fin de semana y terminada la clase, yo pintada como para la noche, me ordenaron dejarme todo encima y era ridículo, era como que no sabían qué hacer con nosotras", dice riendo.

La narrativa de Etcheverry está llena de momentos de humor, pero reconoce que no siempre fue fácil. Durante un recorrido en la base aérea de Durazno (180 km al norte de Montevideo), donde está destacada, comenta que "en algunos casos hubo discriminación, y ahí el destrato no era con palabras, era con acciones. Tenías que probarte. Ahora es diferente, las mujeres tienen el camino mucho más allanado".