¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

13°
22 de Mayo,  Jujuy, Argentina
PUBLICIDAD

Moreau, Romero y Boschi, tres formas de lo bello

Miércoles, 30 de julio de 2014 00:00
ANALIA ROMERO EN SU OBRA ESTÁ EL TRATAMIENTO PROTAGÓNICO DE LOS SUELOS QUE MUEVEN ALDEAS DE ADOBE Y CEMENTERIOS.
Tres propuestas artísticas cubrieron las salas temporarias del Museo Terry este mes, Analía Verónica Romero, Nicolás Ramón Boschi y Roger Moreau, los dos primeros dentro del proyecto conjunto América en Colores (andinamerica.blogspot.com.ar) mientras que el tercero con las obras de su Caballos de Fuego.

Podría empezar por decir que disfruté de cada uno de los planteos con que estos artistas abordan la belleza, y de ahí volver a afirmar que el placer no es pecado. Romero, Boschi y Moreau brindan la oportunidad de detenerse ante un cuadro y reposar en el mero goce de ver. Después viene ese diablito de la razón y acaso se pueda agregar algo. Los cuadros de Analía Romero me recordaron los sueños de De Chirico, que en él retoman imágenes de lo que quedó de la antigua Roma y en ella guardan restos de visiones americanas. El dato no es más que una referencia que puede tomarse como elogio, luego en la obra de Romero está el tratamiento protagónico de los suelos que mueven aldeas de adobe y cementerios donde sólo los perros contemplan la belleza de un colorido cuidado que teje las sombras.

Nicolás Boschi, que cita al impresionismo, apenas trama en sombras la carreta que recorre una calle, el ascenso de escalones, cúpulas y casas que merecen ser decorado del viejo cine expresionista, y sus Músicos de Uquía como una postal en blanco y negro que hace pensar en todo lo que de Nueva Orleans hay en tantos rincones sonoros de nuestro continente.

Roger Moreau es un artista que ha masticado largamente una obra que al fin se hace pública. Allí hay un retrato de Lanza del Basto tomado de una fotografía del director de orquesta Eduardo Storni. Ese retrato bien puede ser el eje porque convoca la atención, pero lo es también por ser diferente al resto de las obras, que conjugan dibujos y fotografías no necesariamente diferenciados.

Hay poco color pero bien tratado en el fuego y en un árbol, pero hay llamas de fuego que simulan ideogramas, un deliberado borroneo que descompone la imagen y la visión de lo monumental, a veces de hasta lo sideral, en lo pequeño, en el detalle. Es como ver el sol en el corazón de un girasol, como ya lo vio Van Gogh. Una propuesta que Moreau presenta desnuda de títulos, dejándonos una libertad interpretativa que pocos artistas ceden al espectador.

Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla
Tres propuestas artísticas cubrieron las salas temporarias del Museo Terry este mes, Analía Verónica Romero, Nicolás Ramón Boschi y Roger Moreau, los dos primeros dentro del proyecto conjunto América en Colores (andinamerica.blogspot.com.ar) mientras que el tercero con las obras de su Caballos de Fuego.

Podría empezar por decir que disfruté de cada uno de los planteos con que estos artistas abordan la belleza, y de ahí volver a afirmar que el placer no es pecado. Romero, Boschi y Moreau brindan la oportunidad de detenerse ante un cuadro y reposar en el mero goce de ver. Después viene ese diablito de la razón y acaso se pueda agregar algo. Los cuadros de Analía Romero me recordaron los sueños de De Chirico, que en él retoman imágenes de lo que quedó de la antigua Roma y en ella guardan restos de visiones americanas. El dato no es más que una referencia que puede tomarse como elogio, luego en la obra de Romero está el tratamiento protagónico de los suelos que mueven aldeas de adobe y cementerios donde sólo los perros contemplan la belleza de un colorido cuidado que teje las sombras.

Nicolás Boschi, que cita al impresionismo, apenas trama en sombras la carreta que recorre una calle, el ascenso de escalones, cúpulas y casas que merecen ser decorado del viejo cine expresionista, y sus Músicos de Uquía como una postal en blanco y negro que hace pensar en todo lo que de Nueva Orleans hay en tantos rincones sonoros de nuestro continente.

Roger Moreau es un artista que ha masticado largamente una obra que al fin se hace pública. Allí hay un retrato de Lanza del Basto tomado de una fotografía del director de orquesta Eduardo Storni. Ese retrato bien puede ser el eje porque convoca la atención, pero lo es también por ser diferente al resto de las obras, que conjugan dibujos y fotografías no necesariamente diferenciados.

Hay poco color pero bien tratado en el fuego y en un árbol, pero hay llamas de fuego que simulan ideogramas, un deliberado borroneo que descompone la imagen y la visión de lo monumental, a veces de hasta lo sideral, en lo pequeño, en el detalle. Es como ver el sol en el corazón de un girasol, como ya lo vio Van Gogh. Una propuesta que Moreau presenta desnuda de títulos, dejándonos una libertad interpretativa que pocos artistas ceden al espectador.

Temas de la nota