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4 de Mayo,  Jujuy, Argentina
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Un hombre de campo que es barrendero en la ciudad

Horacio Cruz es un jujeño que enaltece la cultura del trabajo, gracias a los valores que aprendió desde niño.
Miércoles, 10 de enero de 2024 01:04

Con el rayo de sol en su espalda, cumplía su responsabilidad sin descanso. Siempre con la ferviente idea en el pensamiento de que el trabajo noble, dignifica. Siempre dignifica.

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Con el rayo de sol en su espalda, cumplía su responsabilidad sin descanso. Siempre con la ferviente idea en el pensamiento de que el trabajo noble, dignifica. Siempre dignifica.

Su alma de trabajador nato, lo impulsaba a barrer con más esmero, aquellos residuos de la plaza más central de Jujuy y abrazado a su escoba emprendía la tarea para que la limpieza se luciera en cada rincón, pues no había tiempo para dejar hojas caídas o plásticos al azar, sino reubicarlos en un orden casi sincronizado a la bolsa oscura que estaba donde tenía que estar. Cada día, Cirilo Horacio Cruz cumple su labor con una voluntad férrea y en el circuito de calles asignadas, deja a la vista su tesón, dejando impecable su espacio de trabajo como si se tratara de su propio hogar. La rutina laboral de este jujeño de 57 años cobra más fuerza cuando amanece, a partir de las 6 de la mañana y hasta poco más de las 13.15, momento en el que llega el descanso y la reflexión a su mente de hombre prudente.

Es que la responsabilidad y el respeto por los demás, lo es todo para Cruz. Él sabe de valores humanos y de focalizar energías para tener la faena bien lograda. Por más que pase el tiempo, no deja de conectarse con el recuerdo de su madre y el ejemplo que le supo brindar a través de principios desde que era un pequeño en Carahunco.

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"Yo nací y me crié en el campo, junto a mi madre y mi hermano mayor", explicó. Rememorar el pasado significa volver a esas raíces que transformaron su mirada. La experiencia como niño fue como la de todos; linda por los juegos y las travesuras que no faltaron, más la compañía de su madre. "Recuerdo que entraba a las 7 y a las 6.45 ya estaba presente, con ella. A mi padre no lo conocí. Me acuerdo que a los 9 años ya sabía encañar. Ella era zurda y yo derecho, así que a su lado, encañaba", contó con orgullo. A partir de los 12 años entendió que seguir ayudando a mi mamá era una misión que debía cumplir, pero esta vez en trabajos más pesados. Y así fue hasta los 27 años. "Yo iba a la escuela pero ella me inculcó la cultura del trabajo porque aprendí a ser responsable, empecé a valorar muchas cosas. A exigirme a mí mismo para ser mejor. Lo malo es que teníamos patrones exigentes, pero lo tomé como enseñanza y me sirvió para venir a la ciudad", dijo.

EFECTUANDO LA TAREA CON ACTITUD

Los días en la ciudad fueron distintos, más en su memoria mantiene intacto el ritual para comenzarlos. Acción que aún hoy efectúa en su casa. "Cuando éramos niños con mi hermano Juan, nos despertábamos bien temprano e íbamos a la acequia para mojarnos la cabeza y así -bien peinados- íbamos a tomar el té", recordó. Con el tiempo su hermano formó su familia y Cruz se quedó junto a su madre, acompañándola hasta que trascendió. "En el campo es difícil porque uno no tiene nada. Yo trabajaba en la finca por día y para el día. Y cuando ella ya se había muerto, miré para arriba, para abajo y no tenía nada más que mi bolso", rememoró este trabajador que decidió emprender su vida en la capital jujeña. A la brevedad, llegarían los vientos de cambio; por lo que de jornalero rural, pasó a ser empleado para acopiar residuos. Treinta años de desempeño avalan a este "señor del recolector" que no perdió la esencia de trabajar, dándolo todo para ganarse con honestidad, el pan y el sustento. "Me salió este trabajo que valoro muchísimo. Cuando termino de hacer la tarea me voy tranquilo a descansar cada día porque sé que di todo", aseguró.

"Tenía compañeros que hacían su trabajo sin exigirse demasiado. Yo lo viví como que no era lo mismo que en el campo. Me auto-exigí para hacer lo mejor posible mi trabajo en el camión recolector", aseguró quien ha visto la renuncia de otros compañeros porque no les gustaba trabajar a ese ritmo. "Como me hice en el campo lo viví como una gran ventaja. Aquí me dan botines, guantes y capa de lluvia. En el campo no nos daban nada, porque todo lo hacía con las manos", reveló. Y es que el campo es mucho más sufrido. Cruz trabajaba ocho horas y no importaba si era bajo sol, lluvia o frío.

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Todo para dar lo mejor por él mismo pero también por su familia. Junto a su esposa Clara Peralta fue padre en los años 1995 y 2000. "A mis hijas les enseñé lo mejor que pude. Clara además tenía tres hijos y los crié como míos. Los eduqué para que sean responsables, les conté cómo fue mi vida en el campo", destacó Cruz quien se encariñó con Alberto Peralta, el pequeño hijo de su mujer. Con él fueron muy compañeros y lo llevaba vestido de "lobito" al estadio "23 de Agosto" cuando jugaba Gimnasia y Esgrima de Jujuy. "Era mi changuito y se ponía a jugar con los papelitos que tiraban", contó. No obstante, el niño murió a los 12 años. "El cáncer le dio en sus testículos. Fuimos a Buenos Aires, le hicimos el tratamiento, el médico dijo que es un caso entre miles y más visto en Asia", resaltó con tristeza.

"Yo estaba con Clara, en ningún momento la dejé sola. A veces lo sueño hablándome y como era antes. Hoy tendría 32 años", compartió. Aunque se sintió caer por diversas circunstancias, salió adelante por la fortaleza que supo tener a lo largo de su vida. Su presente lo encuentra como barrendero, un oficio que realiza con gran dedicación. "Muchos lo ven malo o negativo, pero yo lo agradezco porque puedo llevar un plato de comida a mi hogar", dijo Cruz, confirmando que significa toda una satisfacción personal limpiar y estar al servicio de la comunidad.