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Una transición del país que se hace sentir en cada provincia y no convence a los inversores

Milei debe resolver sus conflictos con la vice, los gobernadores y la oposición. Los tarifazos y el clima social son la contracara del déficit cero.
Domingo, 24 de marzo de 2024 00:00

El gobierno que timonea Javier Milei trata de seguir avanzando sin mirar hacia los costados, en medio de un oleaje tormentoso cuyo desenlace es una incógnita.

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El gobierno que timonea Javier Milei trata de seguir avanzando sin mirar hacia los costados, en medio de un oleaje tormentoso cuyo desenlace es una incógnita.

Los problemas heredados son muchos y complejos, y el presidente parece enfrascado en sus consignas libertarias, tomando como única fuente de información y comunicación, según dice, a sus intercambios en las redes sociales.

El país no es un videojuego. Cuando los autos chocan, la gente se mata. Cuando se evalúa una gestión por el déficit cero y se lo celebra como victoria, hay que observar atentamente cómo lo viven los ciudadanos de a pie, los inversores y todos los factores de poder.

Cuando un dirigente se encierra en un microclima, su gestión siempre termina mal. Descalificar al que observa críticamente es, simplemente, enamorarse de los propios errores.

Ruidos peligrosos

Las discrepancias que se hicieron evidentes en estos días entre Milei y Victoria Villarruel indican, claramente, que el círculo de interlocutores del presidente es un cenáculo al que no llega su compañera de fórmula.

Hay una estrechez notable en la perspectiva política de Milei y su "triángulo", como jactanciosamente él lo define, en el que suma a su hermana Karina y al influyente e intrigante Santiago Caputo; a veces entra Nicolás Posse, el más enigmático jefe de Gabinete desde 1994, pero con poder de decisión y bastante arbitrario.

La vicepresidenta queda afuera. De allí los tres conflictos que salieron a la luz. Primero, por el incremento de la dieta de los senadores, aprobado por Villarruel y descalificado públicamente por el Presidente. En esta salió mal parado Milei, ya que se hizo público el sueldo que él había cobrado en diciembre y enero, y que en febrero más que duplicaba la nueva dieta. Él se escudó en un decreto de Cristina Kirchner de 2010. ¿Por qué no lo derogó? En cambio, despidió a dos funcionarios que no tenían nada que ver. La responsable, en todo caso, fue su hermana Karina, secretaria general de la Presidencia.

El segundo choque se produjo cuando Villarruel, actuando como corresponde y marcando diferencias con el pasado, habilitó la sesión en la que los senadores rechazaron el mega-DNU. La Casa Rosada la acusó de manejarse con "agenda propia" y, de ese modo, revivieron el inolvidable desacuerdo entre Cristina Kirchner y su vice Julio Cobos, por el voto no positivo contra las retenciones.

El nudo de la violencia

El tercer diferendo se debe a un tema muy delicado: el explícito desacuerdo de Villarruel con el envío de las Fuerzas Armadas para enfrentar al narcotráfico en Rosario. La vicepresidenta es una persona identificada con el pensamiento militar, aunque especialmente con la corriente negacionista del terrorismo de Estado. Pero, en este caso, su criterio expresa lo que opinan todos los militares de carrera: el enfoque del problema del narcotráfico está mal encarado. Las sobreactuaciones al estilo Sergio Berni y las amenazas autoritarias como las que hace resonar el presidente ecuatoriano Nayib Bukele solo enardecen el clima. Los expertos en seguridad destacan que el puerto de Rosario es el punto crítico de la presencia de pandilleros que responden a distribuidores zonales de drogas traídas desde la frontera norte por grupos mucho más complejos cuyos principales clientes están en Europa. Y que del negocio participan empresarios, funcionarios, profesionales y miembros de las fuerzas de seguridad que habilitan el blanqueo y facilitan la venta al menudeo. Los crímenes los cometen sicarios barriales, jóvenes desocupados que sienten que no les queda nada que perder. Ni siquiera valoran sus vidas. Y, sobre todo, el negocio criminal se expande por el conurbano bonaerense y por el resto del país.

La presencia militar, con soldados desarmados y no habilitados para intervenir en forma activa, simplemente los convierte en blancos móviles para las bandas. Se trata de discrepancias que "el triángulo" debería considerar seriamente.

Las provincias

Los gobernadores provinciales van entendiendo que los tiempos han cambiado y que no basta con pulseadas por la asistencia del Tesoro o la coparticipación.

Ahora los gobernadores van uniendo fuerzas para no ser arrastrados por una crisis de ingresos que afecta a los hogares de todo el país y que nace de un ajuste de gastos fiscales que es imprescindible, pero que por ahora se apuntala en las provincias y en las jubilaciones.

La coalición de gobernadores patagónicos que asomó en el enfrentamiento de Milei con el chubutense Ignacio Torres parece en camino de consolidación, aunque habrá que ver si se trata de una recuperación del espíritu federal o de una alianza de coyuntura.

La semana pasada los mandatarios sureños firmaron el acta de creación del Consejo Patagónico de Desarrollo Económico. Fue durante una reunión que mantuvieron en la sede porteña de la Cámara Argentina de la Mediana Empresa, en la que reclamaron al poder central una agenda productiva. Participaron Alberto Weretilneck (Río Negro); Ignacio Torres (Chubut); Gustavo Melella (Tierra del Fuego) y Sergio Ziliotto (La Pampa), el vice de Santa Cruz, Fabián Leguizamón y el ministro de Economía neuquino, Guillermo Koenig.

Denunciaron una matriz asfixiante para la producción y el trabajo, caída pronunciada del empleo registrado y debilitamiento de las pymes, por eso reclamaron que se preste atención a la producción y el trabajo, tan necesarios como el orden fiscal, y le recordaron a la Casa Rosada, en términos discretos, que los recursos energéticos de la Patagonia, imprescindibles para el país, para el equilibrio fiscal y para la paz social, pertenecen a las provincias.

El Norte Grande

El martes que viene se reunirá en el Centro de Convenciones de Salta la 19ª Asamblea de gobernadores del Norte Grande, que tendrá a Gustavo Sáenz como anfitrión y de la que participarán Gerardo Zamora, de Santiago del Estero; Raúl Jalil, de Catamarca; Leandro Zdero, de Chaco; Gustavo Valdés, de Corrientes; Gildo Insfrán, de Formosa; Carlos Sadir, de Jujuy; Hugo Passalacqua, de Misiones; Ricardo Quintela, de La Rioja, y Osvaldo Jaldo, de Tucumán.

El Norte Grande fue concebido en 1986 como parte de un proyecto de consolidación federal y de desarrollo productivo de la región, concebida como eje del corredor bioceánico. Nunca se planteó como un instrumento para lograr mayor ayuda del poder central, sino como una forma de impulsar desde las provincias la producción, la industrialización y el comercio.

Durante los últimos años las reuniones de los gobernadores de la región se realizaron habitualmente con la presencia de algún funcionario nacional, con el que sellaban compromisos y se publicaban fotografías, al mismo tiempo que los intereses regionales quedaban cada vez más postergados. No existe la posibilidad material de producir un intento secesionista, ni de la Patagonia ni del Norte Grande. Tampoco es cuestión de "enfrentar por enfrentar" a Milei, un presidente con muchos votos en todo el país, pero sin gobernadores ni intendentes libertarios, y sin suficientes legisladores en el Congreso.

Más bien es la hora de comenzar a plantear la verdadera transformación que necesita el país: que las provincias comiencen a generar producto bruto, modernización tecnológica y recaudación propia. Es decir, que se invierta la relación con el poder central que, sea quien sea el presidente, siempre apoya sus prioridades en el estrecho margen del Área Metropolitana.

La meta debería ser que sean las provincias las que coparticipen a la Nación, aunque esto requeriría un cambio profundo en la mentalidad de los gobernadores.

No se puede depender de la coparticipación, como no se puede vivir esperando la lluvia. La dependencia del poder central supone someterse a los humores políticos, las afinidades partidarias y la suerte de los presidentes. Tampoco puede perdurar la mentalidad feudal, donde la prioridad es el pago chico y la caja política local.

Transición con alto costo

El país atraviesa un momento de transición, donde nada volverá a ser como antes. Un gobierno libertario, enfocado hasta la obsesión en el equilibrio fiscal, comienza a chocar con los límites de la realidad.

El déficit cero y la amortiguación de la inflación ilusionan al ministro Luis Caputo con un nuevo sistema monetario, parecido a la dolarización, pero con una canasta de monedas que llegaría a mediados de año.

Sin embargo, aunque el riesgo país cae en picada y los mercados bursátiles muestran confianza en el proyecto, el Fondo Monetario ya advirtió que una estabilidad fiscal lograda sacrificando a las provincias, a las jubilaciones, a la obra pública y al poder adquisitivo del salario es solo un equilibrio inestable. No garantiza nada a futuro y por eso la inversión extranjera directa no aparece. Es decir, en los 22 años desde el fin de la convertibilidad el país no ofreció seguridad jurídica, política ni económica.

El tarifazo, parte de este ajuste, está desarticulando la credibilidad del Gobierno, como ocurrió en la gestión de Mauricio Macri. Ahora también afecta al prestigio de los gobernadores.

Por delante esperan el "Pacto de mayo", para el que faltan dos meses, y el tratamiento de los proyectos y decretos del Gobierno nacional en el Congreso, lo que exigirá a Milei y a los libertarios escuchar a todos los legisladores y gobernadores que no quieren poner palos en la rueda. Escucharlos, lograr acuerdos y evitar los imprudentes mensajes del vocero Manuel Adorni, además de las groserías oficialistas que circulan por las redes.

La formación comunicacional adquirida como panelista en Intratables puede funcionar para un candidato, pero no es nada recomendable para un gobernante.

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